martes, 21 de mayo de 2013

Geografía humana.









Una de las costumbres que con más facilidad me visita mientras paseo es la de unir la cara de cualquiera de las personas con las que me acabo de cruzar con el recuerdo de otra que conozco de otro sitio, de otro tiempo pasado o presente, tal vez de la niñez o de justo un rato antes, o de hace unos pocos años o unos cuantos días, o incluso de una novela, de una película o simplemente de los mecanismos de mi imaginación sin que exista ni tenga por qué existir un previo hilo conductor que conecte la creación de dicha imagen con ningún sueño, lectura ni vivencia, quién sabe. Parece como si la riqueza del género humano se basara en la inagotable fuente de recursos de un arco iris en el que cada color representa un punto de partida, como la primera voz con la que se inició el camino del tronco del que más tarde ha derivado un idioma, estando agrupados en diferentes y primitivas familias nacidas en un distinto lugar en el que las condiciones del clima, la alimentación, las necesarias habilidades para que fuese posible la subsistencia, la adaptación al entorno, siglo tras siglo, milenio tras milenio, haya dejado la huella de las distintas ramas del árbol genealógico de la humanidad, de esos grupos cada uno de los cuales se caracteriza por la acentuación de unos determinados rasgos faciales, llegando hasta nuestros días con el aliciente añadido de la infinita cantidad de mestizajes que haya aportado el sencillo transcurso de la historia, el movimiento de los hombres sobre la tierra; de modo que acabo pensando que también debo yo pertenecer a uno de esos conjuntos y que puede que mi rostro haya levantado el mismo tipo de pensamiento, de curiosa adivinación, en otro ciudadano cualquiera que acabe de pasar por mi lado, otro de esos que sufren de esta misma dolencia de la fabulación caminada en la que se pierden los minutos, y hasta la brújula mental, de mis recorridos por la ciudad en busca de aire fresco.

A veces son las chatas insinuaciones en la curvatura de la nariz, o la inclinación hacia delante de las orejas, o unos lóbulos colgando con la elástica cualidad de una goma, o esos ojos rasgados que instintivamente nos transportan hasta oriente, o una frente ancha y limpia con grandes entradas, o la forma de una trenza o de una coleta, la textura del cabello, las cejas o las pestañas; el color de la piel, la blancura de los dientes, la longitud de las piernas, la extensión y frecuencia de los pasos, la pronunciación y colorido de las ojeras, la blanquecina intensidad de la esclerótica de los ojos, la cuenca de los mismos; un mentón, una barbilla, una mandíbula o un cuello estirado o demasiado pegado al cuerpo; unos labios suntuosos y rojizos, o apagados y resumidos como un paréntesis que encerrase un contenido que no se atreve a salir de la boca; todo lo que quepa en la geografía del paisaje humano, en ese espejo del alma que dicen ser la cara, o en otras manifestaciones de la versatilidad de las tildes en los versos de un cuerpo. También, sigo pensando, nos agrupamos en ademanes y movimientos, en gestos, en iguales maneras de sacar a pasear al perro o de jugar al baloncesto lanzando la bolsa de la basura al contenedor; en la insistencia con la que repetimos un tic o la facilidad con la que perdemos los nervios, o la paciencia con la que  aguardamos a que llegue nuestro turno; en el aire con el que pende el bolso del brazo de algunas señoras, como si de un lenguaje similar al de los abanicos se tratara; en esa calada que se le da a los cigarrillos y nos lleva a las escenas en las que Humphrey Bogart acompañaba el hábito con el ladeo de su mirada. Y por esos derroteros de la reflexión en torno a algo que se me escapa de las manos, de lo que apenas sé nada, de lo que lo ignoro todo, concluyo en la admiración de la mezcla, del cóctel de detalles habido en el cruce de los viajeros con los indígenas de cualquier tierra, en la amalgama de peculiaridades encontradas en un ser humano, y lo enigmático que sería tirar de ese ovillo hasta llegar al punto inicial en el que el primero de nosotros se estremeció al contemplarse solo en el vacío de un universo para él sólo, como una criatura en la que se hallaba depositado y a la espera de de su extensión el rompecabezas entero de la humanidad.  

7 comentarios:

  1. Clochard:
    Es curioso comprobar que, a pesar de la diversidad genética, hay fisionomías que se "repiten". Fenotipo, creo que se llama a ese conjunto de caracteres "repetidos" en una población que no es necesariamente endogámica.
    Por otro lado, también dicen que todos tenemos un "clon" por ahí. Seguro que casi todos, en algún momento, hemos sido abordados por alguien que nos ha confundido con otra persona.
    Después de varios años dando clases, observo con curiosidad cómo las caras de los alumnos se parecen (y no porque sean familia).
    Lo más curioso es cuando visitas una ciudad que no conoces y te cruzas con gente que te "suena" .
    ¡A mí me han llegado a sacar parecido con Juan Luis Guerra!
    Salu2 cafeterosenelcampo.

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    1. Dyhego:

      Parece eso, como si hubiera un hilo que nos uniera a todos, en diferentes grupos que luego se cruzan. Gracias por la aclaración y por el término FENOTIPO que le aporta propiedad al asunto. Recuerdo una época en la que a la gente le dio por sacarme parecido con Javier Sardá, en fin, y se quedaban tan panchos.

      Salud.

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    2. No sé cómo eres así que, no puedo sabe si el parecido es mucho o poco, jajaja.
      Salu2.

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  2. fascinante como pones las letras juntas creando un excelente texto

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    1. Muchas gracias, Recomenzar, ya va quedando menos para Empezar a escribir. Bienvenida por estos Peces de hielo, encontrará de todo en la nevera, sírvase usted misma.

      Salud.

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  3. Es curioso con tanta diversidad de físicos y de caracteres,seguimos conectando nuestro exterior con nuestro interior.Hay algunas frases que argumenta lo que digo:"Tiene cara de...""Me lo dijiste con una cara que..."o"La primera impresión es la que..."¿La qué?Ni la cara es el espejo del alma,ni el físico corresponde con la edad mental,ni...Un abrazo ciego y táctil!!

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    1. Bueno, en cuanto a lo de la cara no sé qué decirte, bien es cierto que no siempre, pero es un buen reflejo de muchas cosas. Y si, es verdad, es curioso cómo conectamos nuestro interior con nuestro exterior y viceversa, cómo aludimos a éso con frases hechas derivadas del aprendizaje proporcionado por sensaciones anteriores, por esa indagación que el alma realiza para explicarse cuanto sucede en su entorno. Interesante.

      Mil abrazos.

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