lunes, 6 de mayo de 2013

Vuelta y vuelta.




Basta con encender el televisor para que le entren a uno ganas de salir corriendo. Lo que es indudable, a pesar de la gran cantidad de personas que se aferran al rutinario martirio masoquista de la caja tonta, es la pésima calidad de los programas, de los que sólo se salvan unos cuantos fundamentalmente dedicados a la divulgación de conocimientos y a la proyección de películas, que nada tienen que ver con esa tendencia por los largometrajes en los que no es necesario que pasen más de veinte segundos entre dos escenas para que incurra la crueldad de una violencia plagada de golpes y de balas, de incendios y de coches que se chocan para acabar volando por un acantilado, de ciudades que arden y aviones que explotan, de hombres y mujeres que gritan y se mutilan para diversión de los habitantes de esa habitación en penumbra instalada en un barco llamado Occidente. Abunda, por otro lado, ese tipo de simulacros de pasatiempos que destilan un tufo a podredumbre intelectual que causa espanto. Con el poder que bien utilizado podría tener este medio y el poco provecho que se le saca, o el mucho, según cómo se mire, ya que es una inagotable fuente de estupidez y de difusión de contaminada propaganda que forma parte del manipulador modus operandi de quienes ostentan el poder: esos seres de los que no conocemos nada, cuyas marionetas bien adiestradas bajo amenaza de despido -cualquier primer ministro- salen a la palestra con la lección bien aprendida, escrita a veces sobre un papel, como si de una chuleta de la mentira se tratase, vuelta y vuelta.
Pero de todo esto vamos teniendo ya semejante peligroso regusto de cotidianidad que acabará por hacer que pasen desapercibidos todos los atropellos que nos sacuden a diario, para los que no se puede encontrar mejor analgésico que un partido de fútbol a tiempo o un sinfín de absurdos reportajes, todo lo cual hace suponer que se reincide inútilmente en el tema cuando se escribe sobre esto, no encontrando la manera adecuada, si es que la hay, de hacer que puedan servir para algo las quejas y los lamentos entre tanto conformismo ávido de morbo empeñado en adormilarse viendo el espectáculo desde la barrera. Pero por mas vueltas que le dé uno al asunto hay aros por los que es inadmisible pasar a menos que reconozcamos nuestra condición de idiotas. No nos puede dejar indiferentes una noticia como la emitida hoy en un telediario en la que se hablaba de una niña de cuatro o cinco años que ya es una auténtica estrella debido a su belleza. Se venden productos con su nombre, es la Miss Universo en versión infantil, los diseñadores de moda son capaces de cualquier cosa con tal de que esta niña vista sus modelos, toma sesiones de rayos uwa, acude a salones de belleza en la que se le aplican tratamientos con los que conseguir que su estela no se apague, que continúe brillando en el firmamento de las rapaces, y con ello se nos va poniendo cada vez cara de más tontos embobados ante la grandeza de lo que no tiene pies ni cabeza; es el objetivo predilecto de miles de cámaras fotográficas y se ha convertido en una de esas perniciosas revelaciones de las que tan necesitada anda una sociedad como la resultante del engendro tramado por los cultivadores de los campos de opio destinado a formar parte de la dieta del pueblo.
Por otro lado asalta con frecuencia la sensación de que viendo las noticias uno tiene delante el mejor de los programas sensacionalistas del momento, pero se topa con la decepción de que en lugar de en forma de denuncia muchos de los contenidos son expuestos como conformantes de una actualidad que se dirime en despachos cuyos entresijos no interesa sacar a la luz. Es mucho más rentable sacar la historia de un periodista americano que decidió pasar unos meses desconectado de internet, experiencia tras la cual parece haber sacado la conclusión de que se aburría mucho leyendo libros; o la de esos niños que juegan a comer canela en polvo para que les entre una tos con la que, además de jugarse el tipo, poder grabar un vídeo que les haga ser protagonistas del total descalabro de la humanidad y acaparar muchos amigos en la red, muchos seguidores de esta parodia en la que se ha convertido, como diría José Luis Sampedro, la nave de los locos.  

9 comentarios:

  1. Clochard:
    Es un tema tan complicado y tan fácil, al mismo tiempo...
    En primer lugar, hay que resolver el problema famoso de qué es lo primero, si el huevo o la gallina. Hay programas así de gárrulos porque hay gente que los ve, eso es indudable. Aunque también hay que recordar que los famosos documentales de la 2 no llegan a alcanzar el número de telespectadores que cualquier programa de puterío o de "experimentos sociales", como los saltos de trampolín.
    ¡Y hay gente que los ve!
    Tampoco se puede obligar a nadie a ver documentales y transmisiones de ópera...
    Lo que más me irrita es que tantísimo canal no ofrece un menú variado, al revés, es todo lo mismo: pitonisas, puteríos, series repetidas y películas espantosamente cutres.
    En fin, es lo que hay. ¡Ningún encuestador me ha preguntado mi opinión!
    Salu2 televisivos.

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    1. Dyhego:

      Si, estoy de acuerdo en todo lo que dices; mi preocupación, además de la habitual telebasura con la que convivimos, viene cuando sucesos como los de la niña Miss universo acaparan la atención mediática de manera benévola, sin siquiera un atisbo de crítica hacia eso que es una clara muestra de que las cosas se nos están yendo de las manos.

      Salud.

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  3. Clochard:
    Creo recordar que hace ya varios años, asesinaron a una niña de estas mismas características en los Estados Unidos. Niña de no más de ocho años, vestida como una miss de 18. Por lo que se ve, la historia se repite.
    Pero es que hay determinados padres que se prestan a ese juego: arrastrar a las criaturas de reparto en reparto a ver si suena la flauta y se hacen ricos.
    Manda a un niño de ocho años a que te haga la comprara (no toda, ojo, sino lo que siempre se te olvida cuando estás en la casa) y te empapelan vivo por explotador de menores...
    En fin, mundo loco, loco, loco...
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      La nave de los locos, como decía Sampedro. A mí, este tipo de cosas, como el de la niña y la cantidad de barbaridades que se ven aludiendo a nuevas modas, me hacen dimitir, como por efecto dominó, de otras cosas. Por momentos pienso que nos están poniendo algo en los alimentos.

      Salud.

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  4. Creo lo mismo que vos ¿O será en el aire?
    Pero no puede ser tanto contagio de imbecilidad.
    Un abrazo.
    Es muy gratificante saber que no estamos solos en el pensamiento y en el sentir.

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    1. Ese no sabernos solos nos ayuda, nos anima a continuar, a no dar esta absurda guerra por perdida, a pensar que cabe la esperanza y la posibilidad; y si no siempre a cada cual le quedará su burbuja, con la que tratar de transmitir el contagio oportuno, como tu poesía.

      Salud.

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  5. Yo he pasado de estar de vuelta a sentirme revuelta ante esta enorme burbuja hinchada a base de mentira, crueldad, fanatismo, irrealidad,descaro... que día a día nos cuentan desde esa especie de ente a la que todos pretenden que estemos atados. Siempre he pensado que es el enemigo en casa.
    Buena crítica contada desde el civismo, cosa que cada día está más olvidado.

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    1. Sin duda, Gloria, no sabe uno qué creerse y siente la amenza de que todo ese revuelto de miserias, con las que vergonzosamente se nos trata de engatusar, consigue sus fines. Pero nos queda la conciencia, la virtud de la diferencia, la exploración en nosotros mismos y la dicha de contemplar el espectáculo de mundo, que no es poco.

      Salud.

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