lunes, 24 de junio de 2013

Llega el verano.




Llega el verano y lo que eran charcos de agua se tornan espejismos levemente trémulos sobre el asfalto. Los termómetros lucen dígitos que van de los treinta y tantos para arriba. los hombres van en mangas de camisa, en sandalias y en bermudas. Les vuela el vuelo a las faldas y las muchachas parecen semillas florecidas, ligeras, aromáticas. los labios se pegan al helado de vainilla como la lengua del sediento al borde del vaso. El Lorenzo hace de las suyas, recorre el mapa de la piel con gotas de sudor que hacen cosquillas, humedece los flequillos, sube las persianas y abre las ventanas. El Lorenzo hace pulsar el On del aire acondicionado y puebla las terrazas, llena las jarras escarchadas de cerveza y muestra el abismo del balcón de los escotes. El verano se presenta como una ráfaga de aire caliente en el que se depositan los ardores que todo el mundo vence mojándose por fuera, y por dentro. La gran ciudad del sur se despuebla a la hora de la siesta. La nit de San Juan da la bienvenida con la más larga y la más corta de las noches, que es la suya, la noche de la fogata y la hoguera, la de la playa y la bengala, la de la llama y el cohete y el petardo y el espeto de sardinas con sangría; la noche que en Levante hierve y huele a tizón perfumado de yodo y algarabía.  El verano es el epílogo sabroso de cuanto sucede en la primavera; el chapuzón y la crema bronceadora; la orilla del mar y de la tierra disputándose en besos de ida y vuelta la espuma fotográfica. Hacen música los hielos, parecen de coral los granizados, recorren las gargantas los gazpachos y merodea más asiduamente la ensalada. Resisten las tierras de los huertos el furioso envite de la calina y escarban en busca de agua las raíces hasta llegar a los depósitos del otoño. Hacen sombra las sombrillas convirtiendo en su inquilino al paseante que se refugia de los rayos ultravioleta. Amanece antes, y con una fuerza luminosa que ya es un presagio de la radiante viveza que adquirirán las fachadas, hasta que el crepúsculo se desangre, hasta que las estrellas alboroten el cielo y nos hagan plantearnos de nuevo cuáles son las dimensiones del universo. Llega el verano con una naranja, un limón y un pomelo debajo del brazo; con un melón, un melocotón y una sandía, con un verso de arena desde la linterna del faro hasta el saliente del acantilado, con la mejilla salada del bañista y los dedos de los pies a la intemperie. Llega el verano y en sus madrugadas los recuerdos de lo que daban de sí tres meses con la inocencia de los quince años.

2 comentarios:

  1. Clochard:
    Con leerte, parece que puedas acariciar ese verano que ya lo tenemos esperando en la puerta.
    ¡Feliz verano!
    Salu2.

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