viernes, 7 de junio de 2013

Me pregunto.





Algunas tardes, al dirigirme a la biblioteca, paso por una zona de cafeterías que se encuentran al resguardo de unos soportales, y no resulta raro que en uno de sus veladores me encuentre con la presencia de un ser alrededor del cual acontece un silencio amortiguado por la espuma de un enigma; se trata de un señor resolviendo un crucigrama, junto al que yace un lápiz y un cuaderno, que a veces he visto repleto de amontonadas frases haciendo de una hoja la radiografía de la selva de las letras. Está ahí como la imagen de la calmada intelectualidad típica del bar soñado por los poetas. Es un señor calvo, con gafas de sol y cara ancha, que viste una de esas cazadoras que tienen muchas cremalleras y bolsillos, ideales para ir acumulando retales de la vida y hacer de ellos un almacén ambulante al que acudir cuando no se sabe dónde se ha dejado alguno de esos pequeños e inseparables objetos que forman parte de nuestro equipaje de nómadas urbanos, como un encendedor, un bolígrafo, una agenda, un paquete de pañuelos, las llaves de la vivienda, una dirección, un teléfono anotado que no ha resistido las idas y venidas del recuerdo y el olvido, o los resguardos de los pagos con tarjeta que acabaron por quedar tan arrugados como poco dispuestos a abandonarnos. Sus zapatos contrastan lo suficiente como para pensar que se lo piensa dos veces antes de decidirse por uno u otro modelo; el resto de su indumentaria, a pesar de no destacar por pertenecer a esa poca originalidad de ir a la moda luciendo marcas en boga, es el resultado de ponerse lo que se lleva pero con ropa comprada en un rastro o en una de esas tiendas de segunda mano en la que se pueden encontrar algunos de los testimonios del desbarajuste del consumo. No lleva reloj, debe tenerlo instalado en su cabeza, como los versos que todavía no ha escrito, como el paso de los días que le faltan para montarse de nuevo en el tren que lo acerque a la ciudad más próxima. Fuma con parsimonia, como si el mundo no fuera con él; el humo de sus cigarrillos es demasiado blanco para tratarse de un tabaco convencional, puede que sea una de esas mezclas que ya sólo compran los que siempre se los liaron con Smoking blue: Samson, Drum, a lo sumo Cutter Choice. A pesar de su quietud parece estar muy atento a cuanto pasa a su alrededor, con instintivos gestos, en los que se aprecia la leve tonalidad de los ademanes de un ladrón de guante blanco, que parecen ser la respuesta de un radar, como si no se le escapara ningún ruido sospechoso mientras simula que nada le importa, sin forzar en absoluto la posición en la que se encuentra, como una piedra pensante a la que no se le pueden ver los ojos, y acompañado por un vaso cuyo interior delata las tonalidades de un whisky de malta, ese color entre caramelo y caoba que caracteriza al Glenrothers, aunque en un sitio como este dudo que se lo puedan servir; aquí no suelen pasar del Cardhu, como mucho la contrariedad del Chivas Regal, pero lo ideal sería mojar el pensamiento con un islay, para estos casos nada como un Laphroaig; para sostener la tensión de esa poesía hace falta que el carácter yodado de la turba arda en el estómago, como los retrogustos del cine negro. Me pregunto si será un aficionado a la escritura, o por qué no un policía, o uno de esos jubilados sorprendidos por una carta del ministerio, o un forastero de vacaciones en busca de inspiración; me pregunto si será un profesor al que le gusta el retiro de la soledad acompañada por el paisaje de las calles peatonales visto desde su trono de silla de plástico; me pregunto si será un espía, o un proxeneta aguardando con maldad el revolucionario impuesto de su sucio oficio, o un desde no hace mucho divorciado que trata de encontrar el tiempo perdido entre tanta falta de decisión, me pregunto si será alguien o no será nadie y sólo sea fruto de mi imaginación.

8 comentarios:

  1. Clochard:
    Desde luego tienes una extraordinaria capacidad para captar los detalles e imaginar vidas. Seguro que a más de uno le gustaría llevar la vida que tú le has "pensado".
    Salu2 whiskeros.

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    1. Dyhego:
      Como le contase a más de uno la vida que les he imaginado ni te digo la que podría liarse; ahora, es de divertido!!!!

      Salud.

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  2. Cuanta imaginación...Me pregunto si yo tengo una descripción de algún observador como tú.Me encantaría,para saber como me ven desde el anonimato sería interesante...Un abrazo curioso!!

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    1. Seguro que ha habido ya por ahí algún retratista que te haya tomado como modelo para su imaginación; igual algún día leyendo una novela te ves en ella. Que no te exrañe.

      Mil abrazos.

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  3. A lo mejor es alguien al que solo le gusta ver la vida pasar porque ya ha disfrutado tanto de ella que ahora solo quiere que pase.. qué se yo! Pero ¿ te has dado cuenta como solo una imagen puede desatar la imaginación de alguien que se derrite entre peces de hielo?.
    Por cierto, también me uno a la alegría del premio a Muñoz Molina.
    Besos premiados.

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    1. Ay, cuántas vidas caben en los seres con los que nos cruzamos, en los que vemos sentados, tomando el fresco o tumbados al sol, en la cola del supermercado o en la ventana através de la cual se ve la laboriosidad de una oficina... yo tambíén me digo, qué sé yo, pero la imaginación continúa deshaciendose entre esos peces, refrescándose.
      Besos y un trago de Malvasía.

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  4. Me ocurre lo mismo que a vos, muchas veces me quedo mirando la gente pasar, imaginando sus vidas, escribiendo lo que me gustaría fuesen.
    Quizás es una manera de cambiarles un poquito su rutina, de acercarles nuestros pequeños pasos de magia a sus ya cansadas huellas.
    Escribes de manera cercana, familiar. Me parece conocerte desde hace mucho.
    Abrazos.

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    1. Pienso, como dice Muñoz Molina, que la ficción es condimento indispensable para soportar la realidad, para convivir con las cosas tal como son según quieren que sean los que mandan; puede que sea una manera de resistencia, un caparazón, una forma de ver, de mirar, de intuir, de hacer menos monótono el escenario: la vida y nosotros, sus personajes, y la imaginación, claro, en la que se pueden encontrar muchas verdades. Puede que nosotros mismos seamos objeto de la fabulación de cualquiera: qué bueno.
      Abrazos de cercanía.

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