lunes, 6 de enero de 2014

El privilegio de repetir



Es previsible que a uno le regalen libros. Cuando llegan estas fechas siempre me asalta la misma duda, qué regalar. No se encuentra dentro de mi ramillete de virtudes el arte de sorprender con obsequios, la sabia y original elección del presente, y por lo tanto opto por una de las cosas que más me gustan: los libros, a sabiendas de que conmigo sucederá un tanto de lo mismo. Este año los Reyes Magos me han traído un par de obligadas relecturas, ambas de Muñoz Molina. Quiero decir que me he encontrado en las manos con dos libros que leí hace unos años, y sólo por el cariño con el que me han sido concedidos merece la pena pensar en una nueva dedicación, en un nuevo rastreo sobre esas páginas en busca de cosas que no fui capaz de ver en primera instancia. Entonces pienso en si la casualidad se encargará ahora de ofrecerme una posibilidad única de disfrutar de esas obras, como quien después de más de veinte años se reencuentra con una novia de la mocedad traspasado por la idea de que hay muchos asuntos que tratar, no ya porque quedaran en el tintero sino porque es tan agradable el retrogusto de esa relación que se asemeja a la certeza anticipada de dar por hecho que el rato será de lo más agradable. 
Se trate o no de la casualidad, ya que hacía tiempo que quería dedicarme un nuevo viaje por ambos textos, como por cualesquiera que sean los escritos por semejante persona, el caso es que cobijado por el calor de un brasero y por la favorable templanza de un luminoso día de Enero, me he instalado en mi camarote de infatigable navegante sobre el mar de las letras que con más cercana voz me alimentan, y entre Plenilunio y los tres textos en forma de ensayo, escritos por Muñoz Molina y Luis García Montero para ser leídos en público, que conforman ¿Por qué no es útil la literatura?, me encuentro como un niño con zapatos nuevos disfrutando con el tacto de la página impresa que huele a reminiscencias de un pasado cercano plagado de aprendizajes. Disfruta uno, al mismo tiempo que vuelve sobre lo conocido, también de los recuerdos, de lo que aconteció durante las fechas en las que se le dedicó la anterior lectura a los mismos libros, de los fotogramas grabados en la memoria del lugar en el que éstas se produjeron, de lo que por entonces se tenía planeado hacer, de un todo que completa el acto de encontrarse con un libro querido entre las manos, y al levantar la cabeza tras un rato de imbuida atención parece como si surgiera de las profundidades de un océano reservado para los privilegios de la dicha y la calma de la lectura.    

2 comentarios:

  1. Clochard:
    Una vez le oí decir a alguien que regalar libros era demasiado personal. No estoy de acuerdo. Regalar un perfume (ahora se dice "fragancia" que queda como más guais)sí es personal porque si no te gusta el olor, a ver qué haces. La ropa también es personal porque a ver qué haces con una camisa de lunares cuando lo que a uno le gusta es la de trapecios. En cambio regalar un libro, un cedé, un vino, una maceta, etc, lo veo muy asequible y apropiado. Si no te gusta la música, tampoco pasa nada, sólo has perdido media hora de tiempo. Si el libro no te gusta, sólo has perdido unas horas y seguro que habrás leído alguna frase interesante. Si no te gusta el vino, se lo echas a las lentejas o al asado. Si no te gusta la macera, la plantas en el monte.
    Felices regalos. Que alguien regale algo, siempre es una alegría inmensa: saber que alguien se preocupa por ti.
    Salu2, Clochard.

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    1. Dyhego:
      Es muy agradable ver la mesa de tu casa llena de papeles de regalo, y esa escena que se crea mientras todos desenvuelven su paquete, y si en el interior hay libros, pues mejor que mejor, siempre se pueden compartir, como si el regalo fuera común.
      Espero que hayan sido generosos los Reyes Magos contigo.

      SALUD

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