jueves, 16 de enero de 2014

Eso si y ahora bien




Entro en un centro comercial y además de la sobreabundancia de productos expuestos resalta lo perdidos que andamos la mayoría ante una oferta tan descomunal. Vamos de un lado a otro sabiendo lo que queremos pero parándonos cada pocos pasos ante la tentativa de una nueva necesidad que hasta hace unos minutos no teníamos.  La táctica del llévese tres y pague dos casi no tiene sentido debido a las más que sospechosas estrategias de marketing desperdigadas a lo largo y ancho de todo el recinto, metiendo el producto por los ojos, jugando con frases y colores, con imágenes, persuadiendo de inexistentes propiedades o exagerando las propias de un artículo que hay que vender sea como sea y lo antes posible. Picamos, está claro que picamos. Los jefes de sección merodean las estanterías tomando nota de los pelos y señales con los que diseñar futuros cambios de posición que obliguen a los consumidores a recorrer de cabo a rabo las instalaciones en busca de una barra de pan, por poner un ejemplo; se les ve concentrados en el diseño de un plan, mirando los códigos de barras y los precios como haciéndose una encuesta que les haga salir de dudas, el caso es que cuadre la ecuación y que los dividendos cuenten a favor de la multinacional, mientras tanto y justo en la puerta se nos muestra la patética y contradictoria imagen de la salvaje realidad: alguien con cara de desesperado, con uñas largas y hedor de no haberse lavado en un mes, pidiendo para comer envuelto por un silencio atronador: puro y duro oxímoron; unos tanto y otros tan poco, hay que joderse. Algunos operarios cambian etiquetas y ordenan paquetes dándose prisa en la reposición, les esperan decenas de envoltorios por ser desenvueltos, botes y botellas que colocar, lo de atrás adelante y viceversa, mientras en sus caras se adivina el aturdimiento de quien lleva mucho tiempo haciendo lo mismo y comienza a preguntarse cosas que tal vez no debiera: pero son humanos, ellos también son humanos y alucinarán con determinadas encomendaciones, con órdenes que conviene no cuestionar, con movimientos que han de llevar a cabo aún no teniéndolos del todo claros, una vez pasados por el tamiz de su consciencia, como el de dirigirse a la calle y poner dentro de una serie de contenedores cientos de kilos de mercancía cuya fecha de consumo preferente no corresponde con la indicada para que el establecimiento en el que trabajan siga siendo considerado un modelo a la hora de darle lo mejor a sus clientes. No para, la rueda no para y no puede dejar de rodar, se acabaría todo, no sabríamos cómo salir del atolladero: un mundo más sencillo, qué locura, a quién se le puede ocurrir semejante aburrimiento ahora que hemos conseguido que algunos niños piensen que los pollos vienen directamente del supermercado, ahora que todos los limones, tomates y naranjas son idénticos, ahora que ya han pensado por nosotros hasta la música que debemos escuchar mientras nos dedicamos al deleitable pasatiempo de comprar, ahora que algunos arremeten contra el desánimo metiéndose en una tienda y tirando la casa por la ventana; ya no hay marcha atrás, ahora estamos como el ratón en el interior de la ratonera en la que se encontraba la porción de queso aparentemente más sabrosa, eso si y ahora bien: adulterada.

6 comentarios:

  1. ¡Y lo que cuesta salir de la ratonero! ¡O lo que cuesta no entrar!
    Salu2 sin queso, Clochard.

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    1. Dyhego, de nosotros depende, de nuestra capacidad de adaptación a lo que bien sabemos que, aún estando fuera de lo establecido, responde mucho más al sentido común que este disparate..... en fin, en ello estamos, y que menos que ir a`portando nuestros granitos de arena.

      SALUD

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  2. Un post genial, alucinante y que sobrecoge porque nos explica el realismo surrealista en el que nos estamos moviendo. Vivimos en un mundo en el que nos lo dan todo. ¿Qué sucedería si de repente dejara de haber electricidad, gas, agua caliente y sobre todo, tiendas con productos de consumo? Sería una catástrofe terrible. Nuestra sociedad dejaría de existir como tal en unos pocos días y la gente se volvería asesina, porque ahora tiene dependencia hasta del producto más absurdo, y no habría forma de abrirse paso en un mundo despoblado de naturaleza, en un mundo gris de piedra, plástico y metal...

    Un saludo.
    Te sigo... y por aquí me quedo.
    José.

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    1. Bienvenido, José, en la nevera encontrará de todo, sírvase usted mismo y no dude en repetir tantas cuantas veces le apetezca. Gracias por compartir este espacio.

      Leyendo tu comentario me ha venido a la cabeza Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, novela en la que se pone de manifiesto lo que es ca`paz de hacer el ser humano en depende qué circunstancias.

      SALUD, y lo dicho, sea usted Bienvenido.

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  3. La pena es entrar en esta manipulación mercantil de q necesitamos de todo para ser felices y q sin ello no podemos vivir, por Dios despertemos y q cada uno tome su derecho a rebelarse, pra q estos q se llaman poderosos, no lo sean tanto y lo vayan perdiendo, y q puedan abrir los ojos ante el mundo con alguna dignidad.

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    1. Esa es parte de nuestra responsabilidad, al menos ir poniendo nuestro granito de arena, qué duda cabe.

      Besos, prosas y versos.

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