jueves, 16 de octubre de 2014

Luego existo





Siente uno que le tiembla el pulso, que no le cabe el corazón en el pecho,  cada vez que con en el pespunte de un verso de Benedetti se engarzan los retazos que de si mismo había perdido; cuando algo le hace cosquillas por dentro después de haber bebido de la fuente del talento del creador del literario mundo de Mágina, viéndose reflejado en sus pasos, en su curiosidad, sintiendo el privilegio de sus lecciones de conciencia y humanidad. Se siente uno en el mundo cuando algo serio y fundado, algo secundado por el sentimiento, por la empatía de mantenerse despierto, deja su marca en los senderos del mínimo crecimiento; cuando tras haber escuchado una melodía me vienen a la memoria recuerdos que con la música se funden en esa película mental en la que me encuentro con mi otro yo sin ser siniestro, sencillamente sano y salvo, vivo, coleando y con los ojos abiertos. Siente uno ganas de salir volando cuando escribe insistentemente, sin parar, con la paleta de colores que al presente le ofrece la realidad, como queriéndolo tocar todo desde esa cercana distancia de la curiosidad, desde ese bis a bis con  lo más próximamente desconocido,  a cerca de todo aquello que se va viendo al otear los movimientos del universo en el que su barco se encuentra varado, en ese estado de bienestar parecido a la levitación, al transcurrir de calle en calle sin hartazgo, yendo y viniendo de la tienda al mercado, de la plaza al callejón y de la avenida a la barandilla del infinito puente tendido entre dos puntos del cielo, de la buhardilla a la habitación, desde el pasillo del aula de la vida a la biblioteca. Siente uno, luego existe. Siente uno el confort de irse a dormir con el convencimiento de que soñará, otra vez, una más, de nuevo.

2 comentarios:

  1. Ésa es la mejor lectura, la que nos va llevando de un recuerdo o de una reflexión a otra y a otra y a otra...
    Salu2, Clochard.

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