martes, 24 de febrero de 2015

Las cosas

Resultado de imagen de magritte

Para Mario Benedetti la perfección era un cúmulo de pulidos errores, como para cualquiera de nosotros acaba siendo nuestro propósito de hacer las cosas como queremos, lo mejor que podemos. En esa búsqueda errante y fatigosa a veces se halla el misterio de la existencia, el ordinario trajín de lo cotidiano, la respuesta a ese cuento de nunca acabar en el que las dificultades se mezclan con los caramelos en los labios que no nos dejan de ofrecer la desidia y el malentendido de lo arbitrario, de lo que no tiene por qué ser lo mejor pero a lo que acabamos por sucumbir en épocas, en tiempos, en etapas, en días que se convierten en semanas y en meses de flaqueza. La creatividad es un universo que puede encontrar su punto de partida en lo primero en lo que se clavan los ojos, y esa agudeza observadora nos puede ayudar a combatir la duda perpetua de si seguir o no por el mismo camino. Todo cobra vida a poco que uno preste un poco de atención. Admiro a Henry Matisse, al pintor con tijeras, y lo recuerdo, cada vez que contemplando una de las manchas que habitan las paredes del apartamento en el que vivo adivino la silueta de un Quijote o de una nube, de un coche o de unos ojos, de una motocicleta o de las almenas de un castillo medieval, procedentes de las secuelas que la humedad ha generado en forma de tatuajes sobre los muros encalados y recubiertos por la patina de vivencias de los que anduvieron por aquí antes que yo, en esa espontaneidad de un diseño como de fantasmas. Del mismo modo me viene a la cabeza el nombre, el hombre, el ser humano, la perseverancia en la surrealista y onírica obra emanada de un mundo propio, del mundo propio de René Magritte, al que le dedico cada una de las piezas de fruta y utensilios comunes que desperdigo por las salas del restaurante en el que trabajo cada vez que me propongo encontrarles un sitio dentro de la realidad moldeada por los humanos, en la que cada objeto cobra vida propia, mundo propio y paralelo, y dispone de un hueco dentro del caos generado por la inconmensurable amalgama de cachivaches y futilidades en forma de credo con auspicios de sabiduría engreída sin más fundamento que el del estatus, en lo que hay y por ahí todo lo que sigue hasta el final. Las cosas viven y nos miran y nos hablan, solo se trata de pararse a escucharlas y a entender el lugar que quieren ocupar. A veces, del mismo modo que en el jazz el silencio es la nota más difícil de tocar, un vacío cubre la inmensidad y por un pequeño agujero se cuela el rayo de luz que precisa el ente más común para sentirse en el lugar que le corresponde. Siento que aún teniendo muchas, demasiadas cosas, hablamos poco con ellas, razón por la cual nos da por súbitamente tirarlas a la basura o no dudar un instante en comprar otras al ver un folleto en el que una fotografía reproduce cualquier cacharro con posibilidades de sustituir aquello con lo que no sabemos que hacer.

4 comentarios:

  1. Interesante lo que cuentas sobre creación de realidades paralelas.
    Buena idea,Clochard.
    Salu2 crea2.

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    1. Las cosas viven y nos miran de la misma manera que a un cocinero le hablan las verduras a la hora de montar una ensalada.

      Salud, Dyhego.

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  2. Y si en ese mundo paralelo,son ellas:las cosas, quien nos eligen,quien deciden a quien poseen.Imaginate ese libro que crees que elegiste tú en la biblioteca y fue él quien con su energía te hizo parar junto a él.A que cambia la perspectiva?
    Un abrazo nuevo!!

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    1. Yo he leído unos cuantos libros así que, curiosamente, me han llevado a otros. Lo que decimos, que las cosas juegan su papel, claro que si.

      Mil abrazos.

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