miércoles, 6 de diciembre de 2017

Diario de Diciembre XXXIII


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Ando por La Ciudad como quien no quiere enterarse de nada. La Ciudad tiene su Plaza y su Academia, su Calle, su Avenida, su Parque y su Rotonda, su Quisco y sus Churros y su Parada, su Pasaje y su Taberna y su Tasca, su Hotel y su Tienda y sus Jardines, sus Esquinas, su Centro y su Muralla, su Jueves chamarilero y su Viernes Santo, su Portada y su Farol, su Fachada y su Virgen y su Cristo y su Santo y su Cardenal, su andar por casa de la curiosidad, su esquela en el diario y su adrenalina en los semáforos que casi nadie respeta. La Ciudad es un tema, con mayúsculas. Esto de no saber nada le da a uno cierta tranquilidad, indefensión también, ese tipo de madurez cargada de vulnerabilidad con aire de cautela, de sostenimiento de una melodía acorde con las circunstancias, aguantando esto y lo otro, lo que viene siendo el motor Diesel de canalizar el pensamiento hacia el lado de la indolencia, amodorrado contra la almohada, perfumado por tu piel entre las sábanas. El ruido del presente se acompasa con la música clásica de los morfemas amorosos, y eso es algo; bienestar, ritmo, colapso de ideas, platonismo en vena, cirujanos del corazón, incienso y mirra y todo lo que desprenda buen olor, almíbar y pan de centeno, aguacates y chorros de aceite de oliva. Siempre escribe uno sobre lo mismo, sobre el paisaje con figuras de sus figuraciones. Los lapsos de ocurrencia no tienen la menor importancia; hay que apuntarlo todo en un cuaderno. Ya lo dijo el Gabo: quien no tiene buena memoria se hace una de papel.

2 comentarios:

  1. Pues, según leo, tanto tu memoria como tu libreta son envidiables. Saludos.

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  2. Acabo de leer un ensayo de Umberto Eco, "Confesiones de un joven novelista", y dedica un capítulo a las "listas literarias".
    La Ciudad, como tú la llamas, es todo eso y más. Quizás algún día pueda volver por tercera vez a la Ciudad.
    Salu2.

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