martes, 13 de febrero de 2018

Absurdo y aburrido


Resultado de imagen de brújula


Una tarde de esas en las que no sabe uno sobre lo que escribir, por dónde empezar. Un transcribir letra a letra aquello en lo que la voz interior se esfuerza por traducir, un aluvión y una hipoteca, una soñada biblioteca, una cuesta abajo de febrero, un reguero de sonidos basados en el silencio, en la bruma, en la falta de norte acorde con la goma espuma del pan industrial, fuera de juego, con el pie cambiado, inverosímil y común, uno más a mucha honra, mezclado entre la Pipa de la paz y la cerveza, sin naipes en la manga, absurdo y aburrido, observador y contemplativo y poco más; esa apatía que le impide a uno ir a la Academia a ver un rato el partido; una indefensión célebre por recalcitrante, ausente y poco dada a los sobresaltos, un estar sin estar sin querer dejar de estar pero en qué quedamos; un lugar en el que la vida se nos va en decir que si o que no, una apropiación indebida, una despedida antes de tiempo, un cuento de Adas con árboles deseosos de ser abrazados, un consumado malherido malinterpretado; un recipiente del que no se cansa uno de beber, un ayer con sostenidos y bemoles, con aires de filarmónico sentido, con romántico murmullo de mariposas en el estómago, con náufragos que no se dan por vencidos; una de esas veces en las que puede más la intuición; un sitio que pasa desapercibido, solo en la memoria del olvido que se lleva bien con la inquietud a la espera de ser reconquistada/o; uno de esos mensajes sin recibir; una montaña y un grano de arena, unas cadenas para escalar el Everest, una mochila cargada con víveres y con algo que echarse por lo alto; una colilla malhumorada, mal ahumada en su ingenuidad; postales en las que se les rinde homenaje a la catapulta, insomnios vespertinos, inquilinos del piso de arriba que no dejan de armar escándalo o ensoñaciones recreadas por el estado de alarma sin que se haya prendido fuego la casa. Luces de bohemia, escaleras hasta el subsuelo del intelecto, hasta el coma profundo, hasta el tuétano, hasta la médula, hasta, ¡Corten!. Demoras, prisas atenuadas por la desidia, ineptitudes y mucho barro. Es hora de empezar de nuevo, se dice el caminante; es hora de decirle hasta luego a los demonios del fiscal, a la rudeza de las ruedas de molino, a las mal perfumadas musarañas, a la entretela de los visillos de las suposiciones, a las razones que nos permiten ser más acordes, menos imbéciles.


2 comentarios:

  1. ¿Ves? Aunque se sufra el síndrome de la página en blanco, en cuando escoges una palabra, ya todo es seguir y seguir.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Decía Hemingway que todo aspirante a escritor, además de otras cosas, como escuchar música y ver pintura, tiene que esforzarse en escribir.

      Salud, Dyhego.

      Eliminar