viernes, 27 de abril de 2018

Cuestión de civismo


Resultado de imagen de bicicleta antigua

En 1964, mientras escribía La autopista, Julio Cortázar no sabía que meses más tarde se vería envuelto en un gran atasco que lo mantuvo retenido durante horas, precisamente en mitad de una autopista, transformándose justamente así en el personaje que él mismo había inventado, como si a Julio Verne, poco después de haber publicado lo que entonces era el súmmum de la ficción,  le hubieran sorprendido con la noticia de que ya era posible viajar a la luna. En el relato de Cortázar se trasluce el mensaje de hasta qué punto algunos avances pueden convertirse en una enredadera, cómo lo que se supone que nos ha de facilitar la vida acaba por invadirnos dificultando nuestros movimientos. A las novedades les pasa lo que a la tecnología, que son aquello que queramos hacer con ellas, de modo que conviene cierta dosis de prudencia para que su utilidad sea realmente provechosa, para no caer en la rápida sustitución de todo lo aprendido a cambio de la última innovación que nos pongan delante de las narices, cayendo en el absurdo. Parte de nuestro desarrollo personal se encuentra en lo que hacemos y en cómo lo hacemos, en la manera que tenemos de resolver nuestras cuestiones diarias, en el uso de la razón y en el trabajo manual, en la puesta en práctica de nuestras habilidades, en lo que somos capaces de hacer con dos manos, dos piernas y una cabeza, en saber que nunca es caro el precio que hay que pagar por ser nosotros mismos. Hace días que pienso en esto, cada vez que me veo en la tesitura de no saber por dónde tirar, dónde ponerme, al ser asaltado en cada esquina, o en mitad de la acera, por vehículos, generalmente de dos ruedas, de reciente diseño; modelos inspirados en bicicletas o ciclomotores, unos propulsados por una batería, movidos otros por el pedaleo de intrépidos ciclistas que no respetan las normas de circulación; patinetes que no hacen ruido y se deslizan serpenteando entre los bordillos y las fachadas; biciclos a los que en su parte delantera se les ha incorporado una bañera; máquinas con aspecto de atril y ruedas grandes, de todo un poco. Un paseo en bicicleta es tan sano y recomendable como una caminata por la ciudad o por el campo, además de una magnífica manera de contribuir a no aumentar la polución que nos ensucia las manos nada más salir a la calle; alabo las iniciativas a favor de los medios de transporte "ecológicos" en contra de la abundancia de motores que a diario embadurnan los pulmones de la atmósfera, pero me molesta la facilidad con la que del uso pasamos al abuso, a la compra directa del cacharro de marras para poblar La Ciudad de vehículos que encuentran su espacio quitándoselo al transeúnte, a los peatones que, dicho sea de paso, tampoco se ponen de acuerdo a la hora de compartir el espacio de las aceras. Es asombroso el pésimo nivel de civismo que en estas cuestiones tenemos en pleno siglo XXI.



2 comentarios:

  1. ¿Has dicho "civismo"? ¿Eso qué esssssss?
    Salu2, Clochard.

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    1. Pues a este paso parece ser que se trata de la excepción que cumple la regla.

      Salud, Dyhego.

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