lunes, 4 de febrero de 2013

Conversación con mi diario.








Los escaparates se visten con la belleza de prendas que nadie se prueba. Los estantes de los supermercados marcan precios que comienzan a ser prohibitivos para productos de los que hasta hace poco se abastecían las familias con total tanquilidad. Los atascos de tráfico para entrar en la ciudad presagian nerviosismo. El mundo gira a una velocidad de vértigo a la que a mí me cuesta trabajo seguir sin perderle el hilo porque no estoy a favor de tanta incongruencia en la que nos dejamos la piel. Lo paradójico es que coincido en ésto con muchas personas pero el transcurso de los acontecimientos no depara un futuro más sosegado porque a ninguno se nos ocurre poner la primera piedra, dar el primer paso. Me detengo un momento y pienso en la necesidad de un respiro. Mejor no pensar tanto, mejor hacerse un poco el tonto. No, no puedo permitirme ser tan cobarde conmigo mismo, si esto es un porquería he de decírmelo, he de escribirlo, como cada mañana en mi diario. Pero mi diario está empezando a sentirse harto de que solo le cuente desbarajustes y desdichas, cosas que ni siquiera ve y que ha de imaginarse, como quedó escrito en su primera página; pues hube de admitir que al ser él de papel en su totalidad y no poseer el sentido de la vista, me habría de encargar yo de ir dándole cualidades para que entendiese al dedillo cuanto iba dejando registrado en sus espacios en blanco, aunque parece ser que su paciencia ha legado al límite y no se conforma con ser garabateado, quiere una explicación.

Hoy, nada más despertarme, mientras me dirigía a emprender esas serie de rudimentarios movimientos que generan el prólogo de la jornada, he sospechado que mi diario quería decirme algo; parecía como si no se encontrase en la misma posición en la que lo dejé anoche, algo me lo decía, una sensación como la que tenemos cuando aun estando solos sentimos que alguien nos está observando. De la misma manera, un ente que habita en su interior se ha comunicado conmigo haciéndome saber que a partir de hoy tendría que contarle cosas mas amenas y entusiastas, aludiendo a la aparición de unas arrugas en las pastas exteriores de su cuerpo como consecuencia del deterioro de mis comentarios e impresiones, avisándome de que a este paso, en breve, corren riesgo de oxidación las anillas y los números colocados a pie de página saldrán en desbandada para cobijarse en el teléfono. Ha sido una comunicación telepática cargada con ese áurea de misterio a la que el silencio acaba por darle la veracidad necesaria. De hecho, ¿quién no se ha intercambiado mensajes de esta misteriosa manera con algún que otro ser de sus cercanías coincidiendo ambos en lo curioso del caso, en lo concordante del maravilloso evento, y más de una y de dos veces, muchas, y sin aparente explicación? Así ha sucedido, y hoy mi diario me ha cantado las cuarenta.

Me he sentado junto a él y le he escuchado. Me ha comentado que por la noche se asoma a las paginas de los diccionarios, y que después de unos cuantos días haciendo lo mismo, llegando también a emplear este según él divertido e instructivo pasatiempos durante las horas en las que me ausentaba del hogar, ha ido encontrando la solución a las dudas que le mantenían en vela. Me ha echado en cara todas las veces que aparecen en sus hojas promesas en torno a la retirada del tabaco. Serás cínico, me decía. Me ha manifestado su disgusto por las broncas en el trabajo, aunque, eso sí, me ha aprobado que le haya dicho al jefe que su discurso es humillante, aunque no ha dejado de repetirme que no juegue con fuego porque voy a acabar quemándome. Sus páginas han ido pasando una a una, delante de mi asombrada mirada, rendiéndome cuentas a cerca de la cantidad de veces que había incurrido en el desánimo, por no hablar de las faltas de ortografía y la repetición de vocablos que demuestran lo poco que me paro a pensar cuando escribo; y no he tenido más remedio que achantar y asentir y decir que sí a todo lo que me recriminaba: pero tú qué te crees, chaval, me decía, crees que puedes venir aquí y descargar así como el que no encuentra otro sitio para hacerlo, o qué.
 
De modo que a partir de mañana otro cuento tendré que contarle, más me vale, y esta noche lo colocaré, según me ha pedido, junto a un par de relatos breves a los que hace meses que les tiene echado el ojo. Su última y muy justificada regañina ha venido a cerca de la caligrafía, de la que sospecha que ni yo mismo entiendo cuando me propongo releer algún pasaje. Después de la conversación con mi diario he presentido que todos los objetos de la sala habían estado pendientes del suceso, y he podido percibir cómo trataban de mirar para otro lado las estanterías, las sillas, la mesa del estudio, las revistas y hasta las cortinas cuando he reparado en ellos. Como muestra del aprecio que me tienen, hoy se han ordenado ellos solos y han contribuido así a comenzar de nuevo; yo, entretanto, he ido a la papelería a comprar un blog cuyas pastas y anillas no se arruguen ni oxiden, y cuyos números a pie de página no huyan, y aunque la dependienta no ha entendido ninguna de estas peticiones me ha soltado una sonrisa con la que creo que ha merecido la pena la conversación con mi diario.

5 comentarios:

  1. Querido Clochard,corrígeme si me equivoco,tú diario te regaña por verter el él todo lo malo,omitiendo lo bueno que lo hay y mucho estoy segura.Y tú,en vez de corregirte te vas a comprar otro,con las anillas duras y con números que no huyan.Oséa,otro nuevo que te diga lo que quieres oir ¿no?...Un abrazo sincero!!

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    1. No, no, para nada. Otro con el que empezar con buen pie, no sin antes terminar el cuaderno que tengo empezado. Todo con muy buenas intenciones. Ya te iré contando cómo se porta el resto de habitanmtes de la casa, en función de lo que vaya escribiendo en el diario.

      Mil abrazos.

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  2. Clochard:
    Por si acaso, no le quites ojo, que a la Alaska se le sublevaron todos los electrodomésticos y mírala cómo se ha quedado, la chica.
    Salu2.
    :)

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    1. Dyhego:

      Se portan muy bien, todos, y eso que no les digo nada, pero la telapatía actúa de tal forma que reina el orden, y a mí de momento parece que me sienta de maravilla.

      Salud, y feliz cumpleaños para el retoño.

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  3. Muchas gracias, Clochard.
    Salu2 electrodomésticos.

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