viernes, 31 de mayo de 2013

Un punto de apoyo.





Para disuadir el peligro de vacío vital en el que nos sumen los despilfarros de energía invertidos en las obligaciones, lo que nos queda después de haber empleado mucho, tal vez demasiado, tiempo en todo lo que necesitamos para que nuestras vidas aparentemente se encuentren en orden, a lo largo del mero tránsito de los años que por sí mismo se empeña en ponernos en aprietos y en hacernos olvidar el arte de vivir, son necesarios puntos de apoyo, juegos, aficiones, quehaceres lúdicos y a ser posible constructivos, pedagógicos, que nos muestren algo a lo que agarrarnos, algo en lo que el tiempo pase con suavidad, acariciándonos y sintiéndonos dentro de nosotros mismos y no en un recipiente que no nos corresponde y que mucho menos nos pertenece: esa etiqueta de la que acaba uno por sentirse harto.
Se puede leer o hacer deporte o escribir o meditar o lo que sea con tal de momentáneamente exiliarse del caos para ponerle orden al pensamiento; hacer lo posible por rescatar un rato del día para hacer pasar delante de nuestros ojos unas cuantas páginas de una novela, con esa parsimonia con la que cada noche nos va llegando el sueño a medida que la lectura nos aporta esa sensación entre lúdica y somnolienta, sin más intención que divertirnos y llevándonos de paso la sensación de haber complementado sabrosamente nuestra dieta con aventuras, con ciudades que no hubiéramos visitado de no haber sido por la imaginación, con culturas que tienen otros hábitos y rituales o incluso con mundos que no existen, no tiene precio. Una simple caminata a una velocidad algo mayor que la de un paseo puede ser un ejercicio tan saludable, y sin necesidad de demasiada disciplina, como asistir a uno de esos gimnasios en los que esculpir los músculos en el que casi siempre flota un ambiente cerrado con olor a oso. Un trabajo manual en el que experimentar con papeles, cartulinas, plastilinas, maderas o materiales nobles y fáciles de moldear a nuestro antojo, o la mezcla de los mismos haciendo que nuestra inspiración muestre en forma de collage la transformación de cuanto ha caído en su mano, haciendo uso de las siempre justas normas del reciclaje y dejándonos llevar, se convierte en un placer a partir del momento en el que uno se da cuenta de cómo se destila en nuestro interior una especie de paz , como cuando se dibuja o como cuando con algo más de destreza se llega a pintar, un alivio de pertenecer a otro planeta, una soledad en la que se fluye con la misma facilidad con la que se duerme a pierna suelta.
Siempre me atrajo la pintura, siempre quise pintar y muy pocas veces lo he intentado. Mi bagaje se limita a una serie de ensayos con lápices de pastel, carboncillo, ceras y témpera, pero a pesar de lo simple y rudimentario de mi técnica siempre ha sido tan satisfactorio dedicarle unas horas a este entretenimiento que a menudo lo vuelvo a intentar, como un niño que inconsciente del concepto de luz o de sombra se entretiene gozando con el simple sonido que emite la punta de un lápiz sobre el papel. En pocas aficiones he encontrado la calma como en garabatear contornos para más tarde rellenarlos de colores llamativos, como le sucede a los aprendices que necesitan de la vistosidad y el barroquismo para saciar sus ganas llenando láminas en las que acaba siendo desorbitante la mezcla de tonalidades y de objetos inventados, y aprovechando la caída de estas últimas tardes he vuelto a refugiarme en esas nubes esbozadas por un difumino, y en el mínimo respeto por las reglas del punto de fuga con las que quedé literalmente embobado la tarde en las que de ellas tuve constancia en un  libro con un título tan sencillo como lo suelen ser las cosas bellas: el ABC del dibujo.

4 comentarios:

  1. Clochard:
    Es importante tener aficiones. Son un estímulo vital. La gente que no tiene esas distracciones se dedica a cotillear y a dar por culo a los que tengan la desdicha de estar alrededor.
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      Intentar que la vida se parezca a la vida, dentro de otras en las que descubrirnos. Con la gente cotilla no hay quien pueda a no ser que se tome la determinación del exilio y se les deje allí con su perorata de incongruencias; y hay tantos y tan buenos exilios...

      Salud.

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  2. Las aficiones siempre son positivas,como escape,como motivación,como reencuentro con uno mismo y es la mejor manera de resetearnos para dejar espacio a experiencias nuevas...Un abrazo collage!!

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    1. Qué bien lo has definido, un reencuentro con uno mismo, si señora.

      Mil abrazos.

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