jueves, 16 de mayo de 2013

Una clase de poesía.



 

 Ayer, en la biblioteca provincial de Huelva, tuvimos la posibilidad de asistir a un interesante encuentro literario, en forma de clase, titulado Cómo leer poesía, en el que Carmen Ciria expuso una serie de ideas, pistas, razonamientos y  propuestas para que al lector le sea fácil internarse en la imaginación poética, en esa inspiración del autor basada en los motivos simbolistas elegidos para su particular querer decir, transmitir y llegar al alma de quien lee; para trascender al colorido del paisaje y llevarlo a los campos del sentimiento, para poner en la palma de la mano de unos cuantos versos el mensaje cifrado de la belleza. Se dijo de la poesía que es el uso del lenguaje desviado del uso coloquial, que con ella se busca el extrañamiento, la impresión, la sorpresa, mediante la metáfora, todo lo cual será descifrado con mayor o menor dificultad en función de lo que hayamos aprendido, de nuestra experiencia, de los datos con los que cuente nuestra imaginación para poder darle forma a las palabras del poeta. Se argumentó también que lo que de forma clara caracteriza a la poesía moderna es su difícil comprensión, debido a una mayor profundidad metafórica que la aleja del fácil entendimiento de la poesía de la experiencia o de la romántica, como los dulces versos de amor de Gustavo Adolfo Becquer, por poner un ejemplo, insistiendo en que la denominada poesía moderna se fragua en una más incisiva búsqueda de la pureza, la precisión y la originalidad: la quintaesencia.

Cuando se hablaba de poesía pura se ponía a Juan Ramón Jiménez como claro exponente de la misma, y los comentarios al respecto se matizaban reflexionando a cerca de la ausencia de expresión del sentimiento y de lo arduo que resultaba por tanto conectar empaticamente con el poeta en cuestión en este tipo de lírica. Una vez aclarados los conceptos de esquema, sintagma, sinónimo, ritmo, símbolo, composición y campo semántico, se pasó a hablar de niveles de lectura y su consecuente comprensión. Dichos niveles fueron Fundamentalmente resumidos en dos; a destacar un primero en el que cada lector da su propia interpretación, en función de su cultura, vivencias, entorno, educación y memoria, de modo que podemos afirmar que existen tantas interpretaciones como lectores tenga una poesía, extendiendo así el concepto de creación hasta hacer del lector parte de la trama compositiva, es decir que es el lector quien termina de escribir el poema llevando a cabo la lectura del mismo, todo lo cual a mí se me figuró que podríamos llamar lectura libre; y un segundo nivel en el que hay que indagar más en la intención del poeta, en lo que habrá querido decir, siendo de gran ayuda toda la información que dispongamos de la vida del autor, de su trayectoria vital, de todo aquello que nos pueda acercar a comprender mejor, antes que al artista, a la persona en cuestión; y ahí encontré un punto de inflexión entre los dos niveles a los que se aludía a lo largo de la exposición: de la misma manera que existe una lectura libre en la que es fundamental todo lo que ataña al lector, existe una escritura libre en la que rezuma por los cuatro costados de la inspiración todo lo que tiene que ver con el poeta, de modo que la libertad, o al menos esa conclusión saqué yo, es condición sine qua non tanto para la creación como para la comprensión de la obra poética de cualquier escritor, y por el mismo razonamiento podríamos igualmente decir de cualquiera que sea el carácter de la obra literaria, independientemente del género de ésta.
Carmen Ciria nos invitó a leer, como introducción a futuras lecturas de mayor complejidad, a Mario Benedetti, Gioconda Belli, Felipe Benitez Reyes y Juana Castro; y se nos pasó el tiempo de una manera tan agradable como cuando uno se encuentra haciendo algo que le embriaga precisamente tanto como una buena lectura. Recobré la sensación perdida de estar en una clase de literatura, de las tantas que desaproveché cuando tuve la oportunidad, pero salí con un agridulce sabor de boca, por culpa de la intromisión de un concepto que por desgracia también aparece en la poesía, en el arte, en todos los campos de la creación , tan del lado ésta de la libertad como se le supone para campar a sus anchas, tan necesitada de las alas de la soledad acompañada, de las musas silenciosas, de la bondad iluminada por los destellos de la parsimoniosa calma del amanecer; ese concepto que me atormentó un poco es el de la crítica, el de quienes se encargan de decidir qué es lo bueno y qué es lo malo, qué está bien y mal escrito, como si fuesen los poseedores de una verdad universal y única fuera de la cual no existe espacio para la subjetividad, para esa libre interpretación a la que se aludió en esa noble primera fase de entendimiento de la lectura; hasta el punto de que nuestra simpática profesora dijo que hay poetas, como Luis García Montero, que no escriben para ellos sino para la crítica, para ganar premios, y... no tuve más remedio que discrepar con ella al respecto, porque para mí, y con todos mis respetos, esta señora no conoce suficientemente a este autor como para ponerse semejante barbaridad en la boca; y es que, pensé, en el ámbito de la literatura, como en todos los que conforman esta merienda de negros afincada en la nave de los locos en la que se ha convertido este mundo, además de mucho arte existe también mucha mala leche.

4 comentarios:

  1. Discrepar es bueno,enriquece la conversación y por lo que cuentas tú te enriqueciste de lo lindo.¿Que sería del lado negativo sin el positivo y viceversa?...Un abrazo controvertido!!

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    1. Pues lleva usted muchísima razón, de hecho creo que cada vez que alguien nos contradice deberíamos entenderlo como una posibilidad para al menos cuestionarnos nuestros argumentos, para enriquecernos y aprender a discrepar, que ahi se encuentra buena parte de la riqueza del trato con los demás, desde luego.

      Mil abrazos.

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  2. Clochard:
    Es difícil que un escritor hable bien de otro, tienen un ego demasiado elevado... Cuando hablan bien del que a uno le gusta, estupendo. En caso contrario, varapalo al criticón, jejeje.
    A mí me cae mal cierto escritor porque se atrevió a criticar a García Márques y a "Cien años de soledad". El muy cretino, que sólo escribe gilipolleces porque es un gilipollas.
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      De cada una de las presentaciones de libros a las que asisto, en el momento en el que se le da pie al autor a que hable de otros escritores, raro es el día que no salgo desilusionado de ver que en este mundo de la literatura existe una sustancia parecida a la mala leche, o algo aún peor que tira por tierra las aspiraciones del aficionado por descubrir una atmósfera limpia de zancadillas. Pero bueno, me quedo con lo que aprendí de poesía, que al fin y al cabo es a lo que fui.

      Salud.

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