jueves, 20 de junio de 2013

No me canso de insistir.





El pasado miércoles tuve la oportunidad de contar con la paciencia de unos cuantos alumnos de una escuela de hostelería dispuestos a escucharme por un rato. Fue un placer escucharlos a ellos también. Durante la charla se habló de muchos pequeños detalles que tienen que ver con la base de cuanto nos proponemos en un comedor. Algo así como lo que Domenec Biosca denomina reparto de felicidad. Hubo un momento para diferenciar la escuela clásica de la actual, también para incidir en puntos que pueden pasar desapercibidos con suma facilidad y en los que se encuentra el secreto de la nueva tendencia que ha de ir dirigida, bajo mi punto de vista, a la mejora de la comunicación entre quienes trabajan en una sala y los clientes, y entre todos los departamentos de un establecimiento hostelero, empezando por los de arriba.
Un buen día de hace unos años uno de mis maestros me dijo que en un próximo futuro, que ya es presente, no sería mejor quien más supiera sino quien mejor se comunicara. Cada día lo tengo más claro. La cultura es fundamental para que el oficio de camarero pueda equipararse dialécticamente al nivel de cualquier cliente, por alto que sea el de éste último, a lo largo de la conversación que va desde la bienvenida, pasando por las recomendaciones o por cualquier otro lance del servicio en sí, hasta la conclusión de la estancia y la elegante despedida. Leer, no me canso de insistir en ello, es imprescindible; al igual que estar al tanto de lo que sucede en nuestra ciudad y en el mundo. Ojear el periódico cada mañana, escuchar las noticias y ver el telediario, en la medida de lo posible, y mantener un mínimo interés por lecturas de otro tipo que trasciendan al meramente profesional, como una novela o un libro de aventuras, viajes o poesía, ayudan de manera notable a entender mejor lo que pasa y a contar con un abanico más amplio de ideas. La cultura general abastece a nuestro ingenio de más posibilidades para la resolución de problemas. 
Bien es cierto que los horarios de este oficio no son precisamente los más adecuados para llevar una vida normal, en  casi todos los sentidos, pues siempre se encuentran nuestros quehaceres cotidianos, los que tienen que ver con nuestras aficiones, nuestro hogar y nuestra familia, supeditados al poco tiempo libre que nos quede después de haber empleado más horas de las estipuladas según los convenios y los contratos. Pero tratar de hacer el esfuerzo nos conectará con las diferentes realidades de las personas que nos visitan, y con la realidad existente más allá de las fronteras de nuestra jornada, y nos facilitará ponernos en situaciones que tienen que ver con la posición que ocupan aquellos a quienes hemos de dirigir un mensaje cargado de minos, atenciones y cuidados, a la vez que nos harán más grandes y comprensivos, y nos proveerán de argumentos para poder luchar contra el cajón desastre en el que se ha convertido la lista de derechos y condiciones laborales en muchos restaurantes. Se trata de desvestir de una vez por todas a esta profesión de las etiquetas que tanto daño le han hecho, y de suplantar el hecho de dedicarse por una temporada, y como último recurso, a trabajar de camarero, por el de una elección que más tenga que ver con un trabajo en el que se manejan una serie de conocimientos que repercuten directamente en beneficio de quienes lo ejercen y de quienes reciben el servicio dado, poniendo el oficio en el lugar que se merece. De esta forma todos aquellos que eventualmente aterricen en el asfalto de la profesión saldrán con una idea más digna de lo que lo hacen en la actualidad.  
Profundizando en el camino de alimentarse de la cultura general se podrán alcanzar otras metas dentro del gremio, para las que se necesita un largo tiempo de espera pero no por ello imposibles de conseguir. Dignificar una profesión, que muchos confunden con el servilismo, a partir de la cultura es una de las primeras obligaciones morales a las que se ha de enfrentar el profesor de una escuela de hostelería, para que en el alumno que vocacionalmente ingresa en ella cale la importancia que tienen los verbos ser y estar a la altura de las circunstancias. La belleza de este oficio se encuentra aún sin descubrir en miles de establecimientos, en un país en el que el turismo es una de sus principales fuentes de ingresos, cuando paradojicamente existen cientos de escuelas de hostelería. En muchas de ellas se forma a futuros profesionales, a diamantes en bruto, que cuando ingresan para hacer sus prácticas en lugares dirigidos por contables sin escrúpulos se desilusionan y no dan crédito a lo que ven. Luego, como hay que ir tirando, se corre el riesgo de mirar para otro lado y caer en la tentación de hacer las cosas como los demás, que, como diría Nietzsche, es una máxima sospecha que casi siempre significa hacer las cosas mal.
Las muestras de entusiasmo son patentes. Hoy en día gozamos de un grupo de jóvenes deseoso de saber y de poner en práctica sus conocimientos. No nos podemos quedar en la rutina de impartir lecciones, aportar datos, hacer exámenes, evaluar y otorgar títulos. Es necesario arrimar el hombro hacia la consecución de planes de estudio mediante los que se fomente el desarrollo personal con el que se verá completada una formación, y con los que se andará cada vez más cerca de poder luchar por la mejora en las condiciones laborales, ya que se hará patente el valor de quienes las proclaman, y consecuentemente se tendrá más fuerza para ejercer con dignidad desde una tasca hasta una de esas casas con tres estrellas en la guía Michelín.

4 comentarios:

  1. Clochard:

    Si es que el saber no ocupa lugar.

    ¿Has leído "La elegancia del erizo" de Muriel Barbery?

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    1. No he leído esa obra, pero si lo dices es que tiene que ser interesante. En cuanto al saber, digamos que en lugar de no ocupar lugar ocupa el lugar que ocupan una serie de tonterías y prejuicios aptos para no dejar que el saber ocupe su lugar.

      Salud.

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  2. La hostelería es un diamante en bruto y la gente que se dedica a esta bonita profesión tienen son de una raza especial...Un abrazo de colega!!

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    1. En la hostelería hay mucha gente competente, lúcida, que no se explica el nivel de deterioro profesional al que hemos llegado. Es preciso ayudar a las nuevas generaciones a que luchen por hacer de este oficio un lugar en el que encontrar la felicidad sin necesidad de hacerle la rosca al jefe, yendo de cara y ejerciendo con convicción y honradez, con arte, con creatividad y entusiasmo.

      Mil abrazos.

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