martes, 23 de julio de 2013

Los jardines del tiempo estrafalario






Pasan los días por las uñas de las idílicas abejas
como vespertinos gorriones sonoros que aletean
instaurando humo, nieve sobre el globo terráqueo,
pretendiendo guarnecer los quejidos con esmeraldas.
Pero siempre hubo clavicordios en los desayunos,
truenos bajo una neblina como de escamas de salmón.

El cabello de las plantas sabe a dulce de leche
y las hormigas compaginan arte, su minuciosidad,
con una arquitectura fósil de milímetros cúbicos
coloreada con témperas sobre dulce agua de mar,
sobre leves sueños de mercurio, pobres, afrutados.
El polen de las ciudades es el reverso de la libertad.

Más allá de un puerto atolondrado por la inercia
los bares cuecen cándidas serpientes de cascabel,
subespecies zoológicas que le silban a las moscas
floreciendo llantos en estrambóticos cloroformos
adictos al cruel pleonasmo, carruseles histriónicos
de moda en los jardines del tiempo estrafalario.

Todo se resume en una ir y venir de chamusquina
cuyo túnel es atravesado por la soledad acompañada
de quienes intentan disuadir al frío y al calor y al llanto
con hidrógeno y oxigeno en forma de rocas llorosas.
Hasta las libélulas menos sensatas dan fe del horror
por mucho que se obcequen los sabios en perfumarse.



4 comentarios:

  1. Un jardín estrafalario es el mejor de los escenarios para una cena.

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    1. No es mal sitio, siempre y cuando al estrafalariador no se le haya ido la mano.

      Salud.

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  2. "El polen de las ciudades es el reverso de la libertad"Que bueno es releer y como cambia la percepción de lo leído.Me encanta esa frase,John Charles!!Un abrazo florido!!

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    1. Creo que a partir de ese verso central viene lo bueno, el desenlace de lo que se quiere decir, aunque cada cual tenga su propia y particular lectura.

      Mil abrazos.

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