lunes, 7 de septiembre de 2015

Manuales



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Nunca he leído un manual de autoayuda. Las estanterías de las librerías en las que se encuentran ese tipo de libros me causan tanto escalofrío como los dedicados al esoterismo. Puede que sea un complejo o un prejuicio, o una cierta sensación de desconfianza sobre aquellos falsos y egocéntricos profetas de las recetas para encontrar la felicidad a cambio de dinero por uno de sus libros. No dudo del trabajo que debe acarrear la escritura de uno de esos manuales, del tiempo dedicado a abordar temas tan peliagudos como las formas de comportamiento con las que persuadir a los demás de que somos buenos, de que podemos, y a nosotros mismos en primer lugar; pero vuelvo a lo mismo: sin mundo interior propio no hay nada que hacer, a lo sumo, y siguiendo a este tipo de presuntos falsos consejeros, a lo más que puede llegar uno es a confundirse con otro que no es él y a desviarse del camino trazado por su natural personalidad. La madeja está demasiado liada como para pararnos a pensar en nosotros mismos, en detenernos a vernos desde fuera y formarnos un criterio basado en el  autoanálisis. Pero claro, eso es más engorroso, necesita de mucha más dedicación explorativa y no es tan entretenido como que te cuenten un cuento de hadas en el que todo sea posible, incluso que te olvides de la repercusión de tus fallos y de la insalubridad de algunos de tus hábitos, como pueda serlo el de no sentir la inquietud de pensar que existe la amplitud de la buena y bien escogida literatura para encontrar en ella al ser humano que cohabita contigo y andas buscando, una literatura en la que verte reflejado. A veces siento como si nos diese miedo enfrentarnos a lo que somos, a nuestros defectos, a nuestras lagunas y torpezas, y acabo concluyendo que es en esas lagunas en las que se encuentra el preámbulo del cambio, de hacer las cosas de otra manera partiendo de la base del más clarividente de los ejemplos, que ni más ni menos se resume en lo que somos, en lo que hemos sido y en lo que queremos llegar a ser mediante el material del que disponemos, y nada más, y nada menos. De unos años a esta parte ha florecido un boom, como en su día fue el Realismo Mágico de la mano de algunos escritores sudamericanos, como Juan Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa o Miguel Ángel Asturias, en el que miles y miles de títulos han inundado los escaparates y sustituido a una gran variedad de jóvenes autores con ganas de expresarse y con suficiente talento para enseñarnos los misterios del mundo y de la vida. Los años de crisis económica mundial, al hilo de otra crisis más preocupante aún como lo es la de valores, han contribuido a que el olfato de las editoriales haya visto en este tipo de textos un mercado en auge, la creación de una necesidad propiciada por la falta de referentes y por las continuas trampas y callejones sin salida, por la falta de alternativas de este hoy en día convertido en mero artificio de la industria. La gente anda sola, perdida, caída, cabizbaja, malhumorada, sin ganas, desmotivada, defraudada por las circunstancias, ahogada en el mercantilismo de compra y venta, hipotecada por un sistema que ha acabado por ser una ratonera parecida al Show de Truman, e intenta de alguna manera agarrarse a cualquier mensaje que le aporte algo de esperanza, a un clavo ardiendo. Unos cuantos versos de Pablo Neruda o de Miguel Hernández, de Pedro Salinas o de Mario Benedetti, de San Juan de la Cruz o de Luis Cernuda son un antídoto mucho más eficaz contra la depresión y la falta de autoestima que cualquiera de esos engorrosos párrafos cargados de demagogia espiritual.

4 comentarios:

  1. He leído alguno que otro, pero tampoco les tengo demasiado aprecio: suelen ser ñoños.
    Supongo que a alguien le pueda venir bien hacer determinados ejercicios para ser "asertivo" y "empoderado", dos términos que utilizan muchos los autores de dichos manuales.

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    1. Pienso que tratando del tan peliagudo tema que tratan deben caer en constantes contradicciones. Y esos términos a los que refieres deben ser las tablas a las que continuamente agarrarse cada vez que dudan hasta de ellos mismos; no sé, vamos, digo yo.

      salud.

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  2. La felicidad se ha transformado en uno de los créditos en nuestra sociedad de bienestar. Y ha de venderse como tantos otros cuentos chinos que intetan endorsarnos todos los trileros que la sustentan. Mientras haya demanda, más se idiotizará al personal...

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    1. ... y menos se contribuirá a enseñarle a pensar por sí mismo. Es lo de siempre, lo del mundo interior y esas cosas realmente grandes y tristemente devaluadas.

      Salud, Zarzamora.

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