sábado, 12 de septiembre de 2015

Tiempo


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Tiempo, no tenemos tiempo para nada, el tiempo es oro, la vida un suspiro, lo efímero eterno. Resume el tiempo sus siglos en el segundo que a penas dura un vistazo; comprime el tiempo sus milenios en un minuto de televisión hasta que todo estalla, hasta saltar por los aires, hasta salir en volandas desparramando la metralla de las manecillas del reloj, hasta deshacer las estatuas y esfumar las catedrales, hasta dejarnos sin alma ni cautela ni piedad, hasta convertirnos en polvo, en agua y arena, en estatuas de sal, en bloques de mármol y de piedra, en cenizas, en abono para la tierra, en manjar para el gusano, en lo que sea que no sabemos porque se nos escapa de las manos. Tiempo que transcurre, que queda y que pasa, tiempo que se desarma como un puzzle hasta fulminar a los jueves cobardes y a los fines de semana, hasta darle sentido a la teoría del big bang. Tiempo al tiempo y no sea dicho nada más. Al buen tiempo buena cara, corren buenos, y malos, tiempos; tiempo muerto dijo un vivo, tiempo libre el ajetreado, tiempo de cambios el conservador desengañado, tiempo de odio y desidia quien se había aburrido de perdonarlo todo, tiempo de trajín y ajetreo el amago de infarto sin una peonada, tiempo de esperar el nervioso defraudado, de usar la paciencia el a la velocidad de las prisas condenado, de verlas venir quien para todo estaba preparado, de madurar la posición el estratega que aún no había ganado, de hacer que a su amor la melena crezca de los frutos aquellos que lo tenían más o menos claro. Tiempo de hacer las maletas, de mudarse de planeta, de exiliarse a las Batuecas, de salir de paseo, de echar una mano, de escribir el diario en verso de las noches de los tiempos mal gastados. Tiempo de sonrisas y esperanzas, de malhumor y desamor y malolientes cosas raras, de añoranzas y venganzas y virtudes y cruces de cables, de solicitudes y desamparos y apuros de última hora, de acelerones y frenazos y apretones y codazos y si te he visto no me acuerdo. Tiempo de burbujas y sonrisas, de besos de tornillo y caricias, de lametones en los hombros y en la espalda. Tiempo de intenciones, de razones, de proyectos, del ilusionado placer de ver pasar el tiempo. El tiempo corre como una tortuga y se arremolina atado a la muñeca, pende de un bolsillo y se cuelga en la pared. Tiempo, por tiempo que no sea, por tiempo que no quede, que nadie desespere, que todos se acuerden, que las palabras no se las lleve el tiempo, que no nos duerma las conciencias, que nos guarde la memoria, que nos cure de los males del olvido, que nos vacune contra la rabia del insomnio, que nos conserve sanos y salvos y siempre a tiempo de otra cosa, de otro trato, de otro proceso por fin excarcelado. Tiempo, donde dije digo digo Tiempo, que nadie se confíe ni de nadie se sospeche, que el tiempo no se compra ni se vende, que el tiempo no se envasa en una lata de refresco ni en un tarro de sardinas, ni se devuelve con un lazo, ni retrocede al carpe diem, ni se retrasa ni se amontona, ni se embalsama como una momia. Tiempo de jugar con las palabras, de sacarle tiempo al tiempo de las tardes inspiradas, de peinarle la tilde a las esdrûjulas, de posar los dedos sobre el teclado. Tiempo de un verano que se acaba, de un tiempo de hojas secas venidero, tiempo que rescato y me rescata, tiempo de esta y otras tardes. Tiempo. Tiempo. Tiempo.

4 comentarios:

  1. Y sí, cuánta razón tenía aquel Ronsard, que con una simple rosa va e inventó la vida en un poema.
    A menudo corremos demasiado, y él siempre acaba pisándonos los talones. Otras se arremolina y susurra soledades. Es muy suyo, el muy canalla.
    Hagamos pues un alto, que el camino puede ser tan largo como corto, y dejemos que el viento nos bese las mejillas, viendo en nuestras arrugas el paso de las estaciones.

    Saludos.

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    1. Tomo nota de ese tal Rosard, Zarzamora. Notar el viento rozando nuestras mejillas es ya de por si uno de esos relojes a los que les da cuerda el alma. El paso de las estaciones en nuestras arrugas es como el surco que el arroyo se hace entre los recovecos del bosque. El tiempo acaba siendo nuestro, a pesar de las dificultades impuestas.

      Salud.

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  2. ¡Ay, el tiempo! Nunca tenemos tiempo para lo que queremos.

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    1. Se nos escurre el tiempo entre las manos y dejamos de hacer lo que realmente nos importa, qué pena.

      Salud, Dyhego

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