jueves, 22 de octubre de 2015

Las miradas de un museo


Resultado de imagen de Egon Schiele dibujos

Las miradas del interior de los cuadros de un museo disponen de la particular cualidad de parecer estar esperándonos, como si nos estuvieran viendo llegar y se fijaran en nosotros mucho antes de que demos con ellas, como si quisieran definitivamente transmitirnos algo una vez que nos paramos frente a la imagen que representan, clavadas no sólo en el tiempo en el que fueron pintadas sino conservándose además instaladas en el presente mostrándose cómplices de los acontecimientos actuales. Las miradas del interior de los cuadros nos llevan a un diálogo con otros siglos, con otras décadas en las que a pesar de vivirse de otra manera los seres humanos celebraban la fortuna y padecían la desgracia igual que ahora, cada cual lo mejor que puede y le dejan. La paz que se vislumbra en los ojos entornados de una recostada mujer dibujada por Egon Schiele le hace a uno de inmediato encontrarse más relajado porque esa calma pervive en la obra y es compartida con el visitante, haciendo también compartir la coherencia que lleva a pensar en la suerte de poder al menos sentir el privilegio de la contemplación, del atrevimiento de mirar. Sucede lo mismo cuando uno admira los trazos de un dibujo de los miles que hicieron Pablo Picasso o Salvador Dalí, Gustav Klimt, Edgar Degas o Auguste Rodin: que se inicia una comunicación guiada por la imaginación, un diálogo con las manos de estos genios que nos hace acercarnos mucho a las láminas expuestas en un intento de encontrar el impulso de la creación como queriendo ver el lugar en el que fueron dibujadas, adivinando aquello que llevó a estos artistas a realizar esos bocetos, muchos de los cuales acabaron en conmovedores óleos. Existe en los bocetos una parte de misterio y de virginidad que como ninguna otra cosa los aproxima a la esencia misma del arte, al fogonazo, a la instantánea, a la espontaneidad, a la pureza del acto reflejo del trabajo que no cesa, al vicio de la creatividad, a la descarga eléctrica de la inteligencia. El conventual silencio de los museos proporciona un estado de bienestar semejante al que se ostenta cuando tiene uno la seguridad de tener la vida por delante, todas las horas del día a su disposición haciendo lo que más le gusta sin que nadie le moleste, deteniendo el reloj en ese estado de ingravidez suficiente para pararse a pensar bien las cosas y extraerle todo el sentido a la belleza inherente en las líneas que conforman el contorno de una figura levemente insinuada. Sucede con muchos dibujos lo que pasa con la lectura de las buenas novelas: que hay una parte reservada para quien las disfruta consistente en completar la obra imaginándose lo que sucederá o lo que pudiera haber sido, suponiendo, transportando al mundo interior del espectador o del lector la posibilidad de terminarlas o de moldearlas a su antojo en función del sugestivo poder de la elipsis. Visitar un museo es como viajar en el tiempo y en el espacio, es como entablar una fiel y sosegada correspondencia con la grandeza del ser humano.

4 comentarios:

  1. El ser humano lo es por la comunicaciòn, el arte, la cultura, sin ellos sòlo serìamos una triste caricatura de lo que podrìamos llegar a ser. El arte alimenta el alma, al contemplarlo nos conmueve, nos incita, nos provoca. Señor Tèllez me quito el sombrero.

    Beso. Reyes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu generosidad, Reyes. Contemplar las miradas de un museo yendo bien acompañado es doble placer, doble contemplación.

      Besos.

      Eliminar
  2. Es curioso ver cómo descubrimos detalles sorprendentes cuando miramos con atención una obra de arte. Hace poco me pasó con uno de esos angelotes que decoran los arcos de entrada de las catedrales. Me fijé en uno cuyos dedos estaban tan bien esculpidos que daba gloria contemplarlo.
    Un placer estético.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De detalles de este tipo estamos rodeados, existen muchos, solo hay que tener el atrevimiento de mirar, de indagar, de buscarlos, de contemplarlos y disfrutar de ellos.

      Salud, Dyhego.

      Eliminar