lunes, 26 de octubre de 2015

Aire de Conrad

Resultado de imagen de creación literaria

Ir a la presentación de un libro es ir a descubrir algo de su autor, algo de lo que anda uno persiguiendo de verdad dentro de la ficción que cada novela encierra, dentro del abismo que separa la realidad de la que se alimentan las historias de lo que éstas nos acaban contando. Conocer al autor es tanto como conocer las claves de su obra, porque siempre escribe uno sobre lo mismo, sobre si mismo. La literatura es una confesión que uno hace en boca de sus personajes, un querer decir por tantas vías como les sea posible a las vivencias que el escritor ha tenido con anterioridad, un recorrido por la memoria y los recuerdos, por los traumas y alegrías que la existencia se encarga de ir sembrando a lo largo y ancho del itinerario, por las vicisitudes y los logros, por el camino de la vida. Hoy no he ido a la presentación de la última obra de Luis de Lezama, El capitán del Arriluze, aunque me hubiera gustado escuchar a su autor explicar las razones que le llevaron a contar esta historia basada en hechos reales, cuyo principal protagonista fue un familiar suyo; me hubiera gustado escuchar la forma en la que un escritor cuenta cómo transcurrieron los días de la creación, de qué fuentes ha bebido, con qué dificultades se ha encontrado durante la documentación, porque es ahí donde radica la conjunción del genio con el resultado: en el método y en la infatigable labor de la investigación, en permanecer inmune a la desidia y estar siempre dispuesto a ponerse manos a la obra. En cada novela hay una parte de verdad incuestionable, tal vez la perteneciente al relato de los hechos tal y como en ella se cuentan, pero sesgados por la resolución de la ecuación que dé como resultado el final deseado por el autor; por eso cuando uno lee una novela lee al mismo tiempo el deseo implícito en el planteamiento de muchos pequeños detalles por parte de quien escribe, la recreación de una realidad a su antojo cuyo fondo es el mensaje que se quiere dar a entender, la moraleja de todo buen relato, ese pensamiento íntimo que nos sacude el alma cuando leemos una frase que no queda más remedio que subrayar. Hablar con un hombre de ochenta años que contempla las cosas con la proyección de un joven es un alimento útil para el cuerpo, una más de las razones para seguir creyendo en el trabajo como tabla de salvación. Hoy no he ido a la presentación de la nueva novela de Luis de Lezama pero he tenido la fortuna de hablar durante unos minutos con él, y de ser testigo de una de esas declaraciones en las que se encuentra el alma de la literatura, una de esas cosas que los escritores dicen como no dándoles importancia pero cruciales para el lector a la hora de enfrentarse a la obra; el padre Lezama me ha dicho: "esta obra tiene un aire de Joseph Conrad, apúntatelo". 

2 comentarios:

  1. Me he dado cuenta de que te gusta mucho el proceso de creación artístico. Yo no suelo fijarme mucho en esos detalles. Me gustan las anécdotas de los escritores pero no tanto su quehacer diario.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, me atrae todo lo que tenga que ver con ello; me resulta muy interesante, es un campo abierto a muchas ideas.

      Salud, Dyhego.

      Eliminar