jueves, 19 de enero de 2017

Los demás


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A decir verdad uno de los mayores placeres que puede concederse uno es el de ver cómo disfruta la persona que ha aceptado, por ejemplo, ir a cenar dando lo mismo la fecha o la epifanía, el motivo o la hora, o esa otra que desenvuelve con entusiasmo un regalo sea o no el día de su cumpleaños, hayan venido o no Papá Noel o los Reyes Magos. Dentro del acto de querer agradar hay un poso de humanidad que a menudo puede sorprendernos a nosotros mismos, enseñándonos cosas de nosotros que ni siquiera nosotros sospechábamos que sabíamos; ocurre lo mismo en todo tipo de creación que uno aborde investigando, escudriñando, desenlazando nudos de pensamientos enquistados y nunca atendidos topándose con conclusiones y decisiones que le hacen comprobar el buen sabor de boca que deja ponerle un granito de arena a la concordia, sea artística o personal, de cuanto se trae entre manos. La contemplación sobre la belleza del goce de los demás, cuando hemos tenido algo que ver en el empeño por hacer de nuestro entorno algo mejor, acto que por el sencillo ademán de intentarlo ya es un dato halagüeño de afirmativo desarrollo personal, es la recompensa a la acertada intuición sumada a la gratificación que supone emplear el tiempo en algo tan estimulante como dirigir el pensamiento hacia el lado favorable de la convivencia, hacia la esencia de la amistad, hacia lo que ayudará a que la tierra tome el impulso necesario para continuar girando sobre sí misma. Desvincularse del egoísta hábito de ser nosotros los primeros a los que más les interesa que el fin último de una cita o de un gesto sea nuestro propio deleite le reporta un tipo específico de vitaminas a nuestra química cerebral que nos pone en situación favorable para afrontar cualquier imprevisto, porque el regodeo con el que percibimos la satisfacción en los demás nos impele a ese tipo de equilibrio tan necesario en nuestras relaciones diarias, en el acto mínimo de mover un dedo con la intención de pulsar la tecla del pensamiento positivo. Sucede lo mismo en el terreno laboral, y lo echa uno en falta, a decir verdad también; no estamos acostumbrados a ver cómo puede un compañero sentirse realizado a causa de nuestro trabajo, fruto del cual se habrá abonado el campo para la progresión del suyo; somos demasiado autónomos a la hora de pensar en las consecuencias favorables de las ondas expansivas de la bondad acaparando demasiada atención en el lucro y en el usufructo de cualquier ventaja que nos puedan aportar los esfuerzos de otros sobre la ejecución de un planificado proyecto del que se nos olvida con frecuencia que asimismo formamos parte; no se nos pasa por la cabeza la posibilidad de que un equipo es un engarce de piezas en cuya unión se encuentra el punto de partida a partir del cual pueda tener un buen comienzo el fragmento correspondiente a quien se encuentra a nuestro lado y con quien pasamos muchas horas juntos al cabo del día, como en una especie de efecto dominó que no sólo consiga el logro de objetivos materiales y concretos sino que se atreva a mirar más allá de la producción dándole el debido valor al gusto por sentir parte de nuestra realización personal en la tranquilidad de haber actuado bien y en consecuencia de una causa tan simple, y paradójicamente tan inusual, de fomentar una atmósfera dinámica y humanamente válida a la vez que responsable, con un criterio ético y moral  a la altura de lo que por infrecuente se vuelve perentorio. Me da repelús la expresión "a lo mío", me separa de los deseables atisbos de creatividad que puedan ser compartidos y tras cuyo crecimiento se halle el descubrimiento de lo originalmente sano y a salvo del plástico de los envases al vacío de la incongruente falsedad que nos satura como el azúcar a las levaduras de la fermentación de un Pedro Ximénez, generando en mí una desconfianza anticipada que hace que venga una mosca a posarse detrás de mi oreja, un prejuicio del que me cuesta trabajo separarme pero del que no se deja de aprender. Ir a lo lo de los demás siempre es una celebración de conquista de un trozo de desconocido mundo personal, una manera de entender que la felicidad es una actitud que nada tiene que ver con la codicia de no saber lo que queremos queriendo abarcarlo todo.


4 comentarios:

  1. Ver a los otros disfrutar es una gran alegría. Recibir algo inesperado. Regalar porque sí. Gestos que se agradecen.
    Pero a veces también somos mal pensados y creemos que hay algún fin oculto.
    Salu2 sin ocultar, Clochard.

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    Respuestas
    1. Somos un poco de todo, sólo se trata de ser como nos guste ser.

      Salud, Dyhego

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  2. Que moscas más pesadas,no nos dejan fisfrutar del momento en su plenitud...
    Un abrazo flis,flis!!

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