miércoles, 22 de enero de 2014

Despiertas



 

Despiertas y delante de ti se presenta un papel en blanco, un nuevo día de frío con lluvia o con nieve, con chubascos o con niebla, con el empapado zumo de la poesía a cuestas del deshielo; un día de calor con escalofríos y sudores en manga corta, con sofocos y líquidos que ingerir por miedo a la deshidratación; un día de caducas hojas caídas por su propio peso o por el viento, de avellanas, nueces y castañas de un otoño con prólogos de pana y epílogos que visten bufanda, un nuevo día de Navidad o de Reyes o de cumpleaños o del juicio final de un eterno salir de dudas que se desnuda del antifaz; un nuevo día en una nueva ciudad o en un conocido pueblo, en una recóndita aldea o en la cima de un puerto, a la orilla de un lago o frente a la inmensidad de un océano, ya sea de temporada o de paso, de apuesta fija o de alquileres momentáneos, de fugitivos traslados o de viajes por encargo de los malabares del azar. Despiertas y suenan las alarmas del pretérito presente recién conjugado, de un pasado compuesto por los pluscuamperfectos planes del futuro, arrebujado entre las sábanas o tirado en una acera, en un cuarto de hotel o en un banco del parque, en las escaleras del metro o a la vera de un cajero o sencillamente en tu casa, o en la caja de cerillas de una buhardilla con techo de madera, en tu castillo o en tu torre de marfil, en tu sótano o en tu cueva, en tu mundo y en tu planeta plagado de estrellas y cometas y constelaciones de la imaginación. Despiertas y te palpas el cuerpo en busca de testigos dactilares que te ayuden a recobrar lo que eres, lo que queda de lo que fuiste y de lo que nunca has sido ni jamás serás, de lo que puede que no seas aunque lo intentes a no ser que definitivamente despiertes del colapso de tanta comprimida realidad, lo que pretendes llegar a ser, aquello de lo que concienzudamente te habías olvidado y ahora tanta falta te hace, el alma que dejaste atrás en el camino, la compañera de fatigas que siempre estaba dispuesta, lo que te juegas, tus obligaciones y tus derechos y tus pesares, tus pesadillas y costumbres y abdicaciones, tus fantasmas, las hadas que te cuentan los cuentos antes de dormir. Despiertas  recordando a qué te dedicas y de dónde vienes, cuántos años tienes y cómo te llamas, a qué tiempo perteneces y con quién has quedado. Despiertas en medio de una oscuridad blanquecina que se cuela a través de los agujeros de la persiana, pasada por el filtro de la cortina, atenuada en el ensueño, rebozada con los bostezos, recorrida a lo largo y ancho de la habitación en la que yaces tumbado mirando al techo. Despiertas y resucitas, no puedes cambiarte por nadie, has de volver al tajo, a la brecha, al curro, a la oficina o al andamio, al aula o a la cocina, a la calle o al despacho, al mercado o a  la estación, a la barra o al volante, a la escoba o al ordenador, a la taquilla o al mostrador, has de volver. Despiertas y ya andan a la espera tanto el tren como la bicicleta, tanto el metro como el automóvil, tanto el asiento como tus pies, tanto el espejo como el lavabo, tanto la toalla como la espuma de afeitar, tanto el pasillo como la puerta más allá de la cual se encuentra el mundo en ascuas fuera del hogar. Despiertas, te has de volver a levantar, y ya lo has conseguido, ya te has levantado, ya has echado de nuevo a andar.

6 comentarios:

  1. Si se levanta uno optimista, la página en blanco puede ser un acicate. Si se levanta uno con la pata izquierda, entonces te entra la depre del escritor ante el folio blanco...
    Esperemos que los despertares sean buenos.
    Salu2, Clochard.

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    1. En buena medida depende de nosotros ver los trenes pasar, a pesar de que a veces el estado de ánimo nos lo ponga difícil, pero hay que intentarlo.

      SALUD, Dyhego.

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  2. Siempre hay un mañana en el q te pueda sorprender un nuevo despertar, una amistad reencontrada, una nueva ilusión, una puerta q se abre y trae nuevas noticias inesperadas, ese momento esperado en el q el universo te regala una nueva oportunidad, y ries, disfrutas y celebras q todas las esperanzas de una nueva vida empieza.

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    1. Ahí se encuentran delante de ti las circunstancias para que hagas de ellas algo de provecho, algo que te lleve a la deseada tranquilidad de lo fructífero, y con esa esperanza hay que levantarse cada mañana, desde luego.

      Besos, prosas y versos.

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  3. Magnífico ese despertar!
    Pienso ahora, cuántas veces despertamos en nuestra vida sin estar despiertos, y cuantos amaneceres nos perdemos por dormir un poco más. Pero resulta que mientras dormimos también estamos despiertos...

    Un abrazo.

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    1. No dejamos de estar despiertos, si no de qué otra manera podríamos soñar, desde luego que si.

      SALUD y un abrazo

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