domingo, 29 de junio de 2014

Escrito en un instante






Escribir a diario, y de la manera que lo ha hecho Muñoz Molina en su blog Escrito en un instante, dice él que se parece a tocar en directo. Qué envidia, qué maestría, qué admiración. Ponerse delante del teclado y comenzar a describir, en unos cuantos minutos, un paisaje, una situación, una impresión, un detalle, un algo relevante con el que mantener viva la atención del lector, es lo que hasta hace unos días hacía cinco o seis veces por semana Antonio, hasta que dejó dicho que, debido a la absoluta dedicación sobre una nueva novela, en la que lleva trabajando algo más de un año, y a que ha detectado que en ese espacio suyo se ha infiltrado la misma toxicidad política que lo inunda todo, ha decidido hacer un alto en el camino. Después de haber leído eso siente uno la emoción anticipada, las ansias por que llegue el momento de tener una nueva obra suya entre las manos, aunque no sin haber pasado por el trámite de unos segundos de pensativo silencio después de sus declaraciones en torno a que nunca se discute de nada que sea de verdad importante, y a su cuestionamiento sobre quién sale de verdad ganando en toda esa confusión, en ese torrente de insatisfacciones marcadas por el signo de la indignación, en esa montaña de blogs o de charlas que se enredan en la cosa, en el asunto, en el tema o cómo queramos llamarlo. Siente uno también el aliento de la inteligencia, la lección del maestro que sabe cuando hay que parar de la misma manera que dónde poner o quitar una palabra; siente uno la fuerza de la nota más difícil de tocar, el latido de la devoción por el saber que las cosas podrían ir mejor, y la esperanza de que después del verano aparecerá en Escrito en un instante, o en otro espacio similar, un párrafo con el que se inaugure una nueva etapa de escritura fresca y recién exprimida con la que se nos vaya alimentando el espíritu literario de quienes tenemos el vicio de tenerle en cuenta cuanto escribe. Mientras tanto nos quedan sus magníficos artículos, los de la tercera de Babelia, con los que cada sábado recibe uno a la mañana acompañada con un regalo debajo del brazo junto al desayuno, momentos en los que siempre me acuerdo de su atracción por el olor de los periódicos. Mientras tanto nos queda ir imaginando los nombres de los nuevos personajes, intuir la trama de esa novela en ciernes, o dejarse llevar por otros derroteros literarios y verse sorprendido el día en el que se entere de que ha llegado el momento de volver a disfrutar de esa incomparable sensación de bienestar que supone empaparse hasta los huesos con lo que va sucediendo en cada una de sus páginas, levantando de tanto en tanto la mirada asombrado por ese destello de lucidez, sonriendo y apuntando en un cuaderno algo que no puede quedarse ahí, y viéndose reflejado y comprendido por alguien que sabe mejor que nadie echarle un cable a la inquietud de quienes vemos y pensamos las cosas pero no sabemos que las hemos visto o las hemos pensado hasta que, como un relámpago o una descarga eléctrica, Muñoz Molina viene a ponérnoslas delante de los ojos.

4 comentarios:

  1. Esperaremos la nueva novela de Muñoz Molina.

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  2. A veces eres tan transparente...!!Un abrazo cristalino!!

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    1. Es que con Muñoz Molina no puede uno andarse por las ramas; para mi es el más grande.

      Mil abrazos.

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