viernes, 27 de junio de 2014

Gramática parda




De la misma forma que hay personas tristemente calladas, como alejadas de la realidad que les circunda, un poco idas como no queriendo mirar al frente, ensimismadas en su melancolía, existen otras que aún estando calladas parecen muy satisfechas de las prendas recién adquiridas en una de esas tiendas de precios insultantes, orgullosas del coche que conducen como si éste se tratara de una medalla al mérito civil, sonrientes, felices y altaneras por cada una de las tonterías que dicen, de las que a mi me toca a diario escuchar unas cuantas, y de un estado de bienestar al que han llegado mediante la usurpación de las ideas y del esfuerzo de otros tantos que no han tenido más remedio que pasar por el aro: por el aro de la pura y dura necesidad de tener que aguantar, por el aro del resignarse una y otra vez a tener que decir que si cuando piensan que no, por el aro del que depende el pan de sus hijos y la hipoteca del piso en el que maldita sea la hora en la que fueron a meterse mal aconsejados por una de esas víboras bancarias que reciben comisiones a doquier. En fin, a lo que vamos, que de vez en cuando me acuerdo de mi vecino Pablo, que es un señor jubilado que vive solo y de alquiler en una escueta habitación del mismo edificio en el que yo descanso, un señor harto de haber trabajado en balde para toda esta caterva de secuaces de la inculta arrogancia a los que me refiero, un señor que, cada vez que me cruzo con él en el zaguán y cariñosamente le saludo llamándole maestro, me dice que esto, la cosa, antes o después, tarde o temprano, va a reventar. Él no le da más de tres años de vida a esta irrespirable inestabilidad plagada de carteles de compra y venta, a este comercio de baratijas a precio de oro, y a su manera, y sin haber leído un libro en su vida, con esa expresividad propia de quienes saben de lo que hablan proporcionada por una gramática parda curtida en muchos años de vida sin dejar de observar lo que sucede, viene a concluir que, debido a la falta de preparación de la mayoría y al interés por parte de quienes mandan de que así sea, nos veremos en la tesitura de resolverlo todo a palos, aunque no será a él al que le dé por comenzar. Lo dice y se queda tan ancho; me mira en silencio y me da una palmada en la espalda aconsejándome que siga leyendo, añadiendo que eso no le hace mal a nadie; luego suelta una enorme carcajada que acaba por hacerle toser al mismo tiempo que hurga en el bolsillo de su camisa en busca de uno de esos cigarrillos que son de plástico y huelen a menta, y termina por despedirse de mi levantando su mano para tocar levemente su sombrero con aire de intelectual. Después, como si lo viera, se encierra en su cuarto, enciende la tele o conecta la radio, se tumba en el sofá a disfrutar del sosiego que nunca tuvo y que ahora no permite que nadie le quite, y antes de las once estará ya soñando en un día de mañana más coherente y sensato; porque suele pasar que este tipo de personas como Pablo acompasan su sabiduría con un gran corazón, con el corazón de los invencibles en las artes del sentido común.  

4 comentarios:

  1. Clochard:
    Sin duda la vida enseña mucho más.
    Salu2.

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    1. La experiencia es un grado, desde luego, siempre y cuando vaya acompañada de sentido común y reflexión.

      SALUD, Dyhego.

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  2. Hay personas que con solo una mirada alcanzan a ver el universo y otras muchas que por más que abran sus ojos no alcanzan a ver más allá de sus narices por que: es el corazón el que procesa la información que recibe,no los ojos su el cerebro.Grande el señor Pablo y sus teorías...Un abrazo mirador!!

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    1. Hay personas con cuya sencillez se aprende a ver lo que no viene en los libros, que es una buena manera de acercarse a otras dimensiones que ofrece la realidad.

      Mil abrazos

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