jueves, 26 de junio de 2014

Un mensaje




Sabe ya, como decía José Saramago, todo un poco a comida recalentada cada vez que uno se pone a hablar de la cosa, del tema, de la situación. En ese fluir diario, en el que cuanto acontece parece que no va ni para atrás ni para adelante, hay un quietismo con el que a lo sumo aspiramos a que la virgencita nos deje como estamos, y por más que uno quiera salir del atolladero dialéctico, en el que se ve entrometido a las primeras de cambio, resulta difícil acceder al pasillo de la tranquilidad. La tan necesaria calma para que la realidad fluya sin sumergirse en el derrotismo es estorbada por la falta de aspiraciones personales, por la envidia y por los siempre macabros y bajos mecanismos de la venganza, por el rencor sin pies ni cabeza. A veces conviene quitarse de en medio cuando la atmósfera es casi irrespirable, y abrirse camino hacia horizontes que no necesariamente han de ser lejanos: basta con un poco de humildad y sabiduría del alma, con saber lo que uno no quiere, con tener claro lo que le hace daño, para decirle adiós a esa situación que se vuelve insoportable. Eso mismo es lo que estoy tratando de hacer: apartarme de lo que me molesta, de lo que me aburre y me cansa, de lo que me estorba y no me deja ver la claridad del día. Por eso a veces me cuesta tanto escribir a diario, por eso me refugio en la soledad acompañada de los libros que me regalan para ir tirando del hilo de la esperanza, de ese conducto con parada en las más hermosas avenidas del paseo. Digo esto porque veo a mucha gente cabizbaja, molesta, silenciosamente enojada; gente que se calla sus motivos y que mira de reojo, que desconfía hasta de su sombra, y eso no se lo merece nadie que disponga de la valía humana de la transigencia, nadie que odie la premeditación y la alevosía de la que se enfrascan las relaciones laborales. En un mundo con tantos necios es muy difícil pretender tener razón por cualquier cosa porque siempre va a salir alguno injustificadamente diciendo lo contrario, pero esa imbecilidad ha de ser combatida con el tesón de quienes aún pretendemos sacarle un verso a cada equina; de modo que envío desde aquí todo mi apoyo y admiración a quienes estén dispuestos a ganarle la batalla a la abnegación de los que se vanaglorian de su falta de respeto hacia lo que no conocen, porque solamente sin ellos, o con ellos transformados en personas más comprensivas, colaboradoras y decentes, podremos hacerle frente a la siguiente batalla que consiste en saborear el noble intento de alcanzar la libertad sin utilizar las armas.

4 comentarios:

  1. Clochard:

    "Apartarme de lo que me molesta"...
    si sabes cómo hacerlo, te ruego me lo digas, porque nada me gustaría más.
    A veces es muy difícil, o imposible, incluso. A veces dan ganas de dejarlo todo o de pasar de todo o de mandarlo todo a tomar por culo.
    En fin...

    Salu2 desahoga2.

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    1. Ánimo y mucha fuerza, es lo que te puedo decir; mucha lectura y aire limpio, mucho sosiego. Sé que es difícil, a mi también me cuesta, pero no cesaré en el intento. Creo que hay que comenzar dando el primer paso, con convencimiento, hasta poco a poco ir creando el camino.

      SALUD, Dyhego.

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  2. Ahora mismo me encuentro en esa tesitura y realmente más que el problema en si,lo peor es la hipocresía.El que está preparado para luchar que lo haga y el que no quiera o no pueda que: acepte y se adapte,es lo más sano.Mientras estés convencido en tu decisión.No todo el mundo estamos preparados para escuchar la verdad,a mi personalmente me viene grande...Un abrazo inmenso!!

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    1. Mientras se tenga un corazón grande, como el tuyo, se tienen muchas posibilidades de vivir en paz y tranquilo con uno mismo, aún a sabiendas de que la cosa, el asunto, el tema no sean todo lo deseables que quisiéramos.

      Mil abrazos.

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