sábado, 3 de octubre de 2015

Y yo el primero




Resultado de imagen de el arte de la guerra
Salta a la vista que de la confusión reinante entre nosotros se están aprovechando quienes dicen que gobiernan, los que toman decisiones con ventajas fruto de una estrategia diseñada bajo los auspicios del dominio, cuyo resultado se encuentra en el adormilamiento y en el miedo del pueblo que carga a sus hombros con el peso de la pirámide de los faraones. Mantenerse firme hoy en día en las propias convicciones necesita del respaldo del tesón y de una entrega sin cuartel contra la desidia tras la que deviene un narcotizado atolondramiento del que hacen uso en defensa propia, con premeditación y alevosía para actuar a sus anchas, los responsables ejecutivos de una especie de juego del Risk moral a nivel mundial/global. Nos queda el derecho al pataleo, caminar contra viento y marea y defendernos como gato panza arriba, no dar nuestro brazo a torcer en cuestión de valores y creer firmemente en que, con permiso de Baudelaire, con el granito de arena con el que a diario hacemos germinar las flores del bien de nuestro jardín damos el pistoletazo de salida de la estoica carrera de fondo en la que consiste el espíritu de resistencia de las nobles causas con las que contribuir a la estabilidad de nuestro más próximo entorno, lugar en el que comienza la carrera, la lucha, el trabajo constante con el que se consiguen metas superiores. No nos están enseñando a nada que no tenga que ver con debilitar a los ciudadanos, encaminándolos hacía la trampa, hacia la ratonera desde la que más tarde habrá que pedir auxilio. Da pena escribir que el hombre sea un lobo para el hombre. En ningún frente político se está predicando con el ejemplo, quedando éste en manos de asociaciones humanitarias que resignadamente ejercen el papel que les ha sido asignado, bajo un falso velo democrático con el que aparentar intenciones de estabilidad, por parte de los responsables de la economía mundial, y menos mal. Quien hizo la ley hizo la trampa. Se encuentran las fuerzas de tal manera ordenadas que no podemos huir, como diría Anatole France. De hecho a mí me da que el cúmulo de guerras desperdigadas a lo largo y ancho del planeta forman parte de un sustancioso entretenimiento para quienes nos contemplan en su particular Show de Truman. Se pone uno a escribir y le sale esto como le hubiera podido salir una carta al director, o un e-mail a una de esas emisoras de radio que predican desde el estudio para proponerles por favor que hagan lo posible por que no suenen a comida recalentada sus comentarios. Se pone uno a escribir y escribe sobre esto porque le sale del alma, porque no le apetece ir a trabajar habiéndoselo dejado en el tintero, porque le da a uno la gana y porque al menos en la pequeña república independiente de su casa puede decir esta boca es mía con la esperanza de ser escuchado por las paredes. Cada vez que salgo a la calle me convenzo más de lo poco de acuerdo que estamos con todo, y no salgo de mi asombro al comprobar la amnesia que nos separa del valor a dar el primer paso, y yo el primero.

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