martes, 17 de enero de 2017

Inspiración


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Todo lo concerniente a la inspiración es uno de los temas que más me atrae cada vez que pienso en cómo se las arreglan los escritores a los que admiro para llevar a cabo una tarea literaria y periodística tan extensa y rica en matices, usando la paleta de su intuición incrustando sus ideas en la configuración de frases que alcanzan la categoría de proverbios, de ese tipo de verdades con las que uno se siente identificado pero a las que nunca había llegado, sin desvincularse de la objetividad en sus opiniones y mundos creados; una tarea informativa y documental, lectora y escritora y estudiosa, apegada a los avatares de un oficio en el que parece que la cabeza no cesa de concatenar reflexiones e ir depositándolas en un cajón desastre al que habrá después que recurrir para poner negro sobre blanco parte de la información recaudada, mediante ese reino interior de las voces en el que habitan los escritores, allá donde la mente del artista va escribiendo al mismo tiempo que pasea y atisba los mensajes de un perfume, donde se toman notas con las retinas abiertas de par en par como si de las ventanas del continuo asombro se trataran, sin querer perderse nada, intentando obtener una visión lo más global posible y en forma de boceto de todo aquello sobre lo que se encuentra inmiscuido el intelecto a la vez que atisba la consecución de los actos más sencillos, donde todo lo que acontece en el más próximo entorno se complementa con lo que se va aprendiendo en libros y en conversaciones y en encuentros fortuitos o deliberados y en múltiples detalles que pueden ir desde un sonido al ángulo proyectado por una sombra, en idas y venidas sin tener nunca la certeza de estar de vuelta de nada, en las revueltas de las cuestiones más dispares, en la confrontación entre el sentido común y la imposición de normas y costumbres ajenas a la voluntad del escritor que rozan el vitalicio estado de desacuerdo, la permanente curiosidad, el inconformismo vital mediante el que desentrañar las claves del progreso, la incomprensión y la protesta y la reivindicación que nadie se ha atrevido a hacer todavía, desembocando en el hecho de asumir lo que sucede como método para explicarse y convivir con el mundo que le ha tocado y con el incesante flujo de los cambios que en él se producen, formando parte de un todo en el que siempre hay un resquicio por el que se cuela la lupa del análisis y la contraposición de los métodos, el pormenorizado examen de la Historia repetida y las manos en la cabeza y en la masa cerebral de la palabra. La inspiración puede encontrarse en un estado de ánimo y en una flor, en el olor de una piel y en la sonrisa que le abre paso a  unos dientes bien formados, en las huellas que el carmín dejó en una boca recién acariciada por otra boca, en las arrugas de unas sábanas sobre cuyo plano se arremolinan los cojines desordenados por el frenesí de una noche de pasión encendida en la benévola hoguera del séptimo cielo, en la espalda de una mujer y en su pelo rizado, en el vestido rojo que deja entrever los hombros de una dama, en una aventura escuchada o en un cartel publicitario, en una noticia emitida por la radio o en una mirada que lo dice todo sin decir ni mu, en un reflejo o en un sobresalto. La inspiración es el alimento con el que las almas de los escritores satisfacen su apetito pasando de lo conyugal a lo pasional de su sagrado oficio, de lo reglamentario a lo extraordinario y repentino, de lo recurrente a lo genialmente encontrado por culpa de la constancia en un trabajo calado de vida hasta los huesos, de lo manido a lo original o a lo de que aún habiendo estado dentro de la mente desde hacía mucho tiempo no se tenía noticia hasta el preciso instante en el que florece el vocablo exacto a partir del cual la línea a seguir es el trazo que se dibuja en el agua de un mar policromado en el que abundan las conclusiones. Haber descansado bien, como decía Francisco Umbral, es sin duda una magnífica receta para la inspiración, y si a eso le sumamos las ganas de ser un observador a lo Ortega y Gasset, diseminando los detalles en los que se pormenoriza el paisaje circundante a la visión, la sugestión para enlazar ideas puede encontrarse con la musa de la expresión, con los versos que se engarzan como en un rosario enquistado en la memoria, como el fluir constante de la respiración en los alveolos del querer decir. La inspiración digamos que está, en mayor medida, en el amor a la vida.

4 comentarios:

  1. Me gusta la frase que remata tu artículo. El amor a la vida como fuente de inspiración.
    El artista lo es porque sabe combinar todas las experiencias y todo lo que ve. Porque no se rinde hasta alcanzar la perfección. Es una cualidad que hay que desarrollar.
    Salu2, Clochard.

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    1. En el amor a la vida se encuentra buena parte de la mejor literatura de todos los tiempos.

      Salud, Dyhego.

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  2. La inspiración,es una amante infiel que cuando la tienes pareciera que es tuya y sin embargo no la posees,se deja poseer y cuando ella quiera se irá.
    Un abrazocarmesi!!

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    1. La inspiración, Amoristad, es un estado de bienestar que le da sentido a los diferentes caminos en los que pueda desembocar una primera idea con respecto a cualquier creación, y si nos pilla trabajando pues mejor que mejor.

      Mil abrazos.

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