sábado, 3 de marzo de 2018

Diario de Marzo LXVI



Resultado de imagen de múltiples retratos



El arrítmico gota a gota sobre las hojas de las plantas del patio es el motivo que acapara este momento de silencio. Suena un piano en La Comunidad, que es como tú me enseñaste a decir sin proponértelo cuando me diste la bienvenida, y su melodía hace que sea más fácil abrir las ventanas, correr y descorrer las cortinas, airear el hospicio, ponerle incienso a La Nada para que amortiguado transcurra el día entre sus ejes. Todo un gusto. Parecen las persianas salir disparadas cuando las azota el viento, haciendo acordarme de aquellas tardes en Conil de la Frontera en las que un leve giro en las nubes anunciaba que había que ir preparándose. Cuando deja de llover es como si nos despertase la ausencia de un ruido, de un latido entremezclado con las costumbres, de un sonido acorde con el pálpito vital de lo que somos. Los días, cada uno con su textura y su argumento, qué gran misterio, van cosiendo el retrato del caminante y del currela, del puritano y del corrupto, del pícaro y del inocente, del salpicado de mierda hasta las orejas y del lúcido administrador de los derechos y lo deberes, del aburrido y del misericorde, del ciudadano que hace lo posible por que reine la concordia. Los días, como formando parte de un monumental embaldosado, uno detrás de otro sin más fin que la subsistencia, el devenir, lo que tenga que pasar, aglutinando pensamientos y experiencias,  nos  viven de la misma manera que nosotros los vivimos a ellos, y en ese tejemaneje se funde la autenticidad de nuestro rostro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario