miércoles, 14 de marzo de 2018

Diario de Marzo LXXIII



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Una obra en la calzada de La Campana hace que se muestren distraídas y no tan concentradas en cometer la infracción las figuras del paisaje que cruzan uno de los pasos de cebra menos respetados de La Ciudad; la policía vigila esta zona palmo a palmo desde hace muchos meses, de forma que transigen sobremanera la conducta de los viandantes, de los paseantes despistados, de la gente que va y viene de una amargura o alegría a otra desde sus casas a sus cosas y vuelta a empezar. Los policías posan su miradas en balcones y ventanas, en los salientes de las alcantarillas y en los estereotipos de bolsas y paquetes que levanten la mínima sospecha a tenor de todo lo aprendido durante un periodo de instrucción en el que han tenido la posibilidad de ver atrocidades procedentes de lo desapercibido, en todo lo que sea susceptible de ser o convertirse en una puerta y en el giro extraño de algún coche, en todo lo que se mueva alrededor de esta zona tan estadísticamente amenazada de uno de esos ataques perpetrados con una furgoneta o con un camión llevándose a todo el mundo por delante en nombre de la ignorancia de la deshumanidad. El apremio de la Semana Santa hace que se trabaje en las obras con la urgencia del destajo. No hay plan urbanístico que indemnice a los locales afectados por las reformas que inundan de escombros y polvo y piedras y vallas y martillos perforadores algunas calles del Centro. La lluvia es tan intermitente que ni mediante los dispositivos de última generación se tiene certeza de su llegada; hasta para eso La Ciudad es oportuna a la hora de escribir su diario en función de cómo le venga, por eso se le suele escuchar a los marineros de los bares eso de bueno, pues me voy a ir ahora que parece que no llueve. Los términos Comadre y Compadre gozan en La Ciudad de un inusual vigor en otras partes. Anda uno siempre esperando a que todo le sorprenda, y le sorprende, y se sorprende. Una señora atiende una llamada mediante la que informa de los ingresos considerados recursos fuera de balance durante el día de hoy de las oficinas de La Ciudad pertenecientes a la entidad bancaria para la que trabaja: tal sitio ochenta mil, tal otro veinticinco mil, el de más allá treinta y cuatro mil, y así pormenorizadamente uno a uno, con la normalidad de quien espera en la cola de la confitería. Me deja patidifuso esta declaración de datos como si nadie se enterara de lo que está diciendo; pronuncia recursos fuera de balance con el  mismo instinto mecánico de aquellas máquinas expendedoras de tabaco que daban las gracias. Hay un hilo muy sutil que separa el descaro de la creencia en que la gente es tonta, y así se va dejando en manos y cabezas irresponsables la labor de control que de otra manera obtendría unos resultados más acordes con al menos saber cómo estamos para hacernos más o menos una idea de cuándo tendremos que salir corriendo. Escribir de memoria durante el paseo anda entre lo Murakami y lo Baudelaire, entre la cortina de humo y la sensación de vitalidad, entre el ser y el poder llegar a ser de todo lo que se nos muestra delante.


2 comentarios:

  1. Desde luego estás en un sitio privilegiado para conocer a la gente. ¡Y la de anécdotas que no contarás!
    Salu2.

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    1. La Ciudad es un efervescente mosaico de situaciones; sólo hay que dejarse llevar para comprobarlo.

      Salud.

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