jueves, 1 de marzo de 2018

Diario de Marzo LXIV



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Se espera en La Ciudad una madrugada en la que además de la lluvia hará el viento intermitente acto de presencia. Las voces de la radio le hacen a uno sumergirse como un submarino en el telón de fondo del mar de la noche acurrucada. La clase política es para echarle de comer a parte; parece mentira, pero vaya huevos, te pongas como te pongas acaba siendo la dignidad una de las preguntas fundamentales de nuestro tiempo. Vivimos cada uno a lo que da de sí la soga del crecimiento y de la falsa comodidad instalada en nuestros hábitos más domésticos e instintivos; eso es perversión al fin y al cabo. Llega Marzo con cuatro semanas y pico debajo del brazo, con un abanico de días lluviosos y soleados, dejándose contemplar, haciendo su papel de sosegada almohada entre el la primavera y el invierno. Ver las cosas de la forma que no está establecida es un anticipo de la creatividad recurrente y sensata, la punta del lápiz del pensamiento lateral. Las miles de piezas del Mecano de los palcos de  La Plaza de San Francisco están prácticamente colocadas para dar la bienvenida a la Semana Santa. La libertad de caminar cuando no hace buen tiempo deja ver huecos antes tapados por el río de gente que se agolpa en las calles del Centro; La Ciudad se muestra en su amplitud y en su simplicidad, en su belleza desnuda y calada, aireada por el viento que aquí siempre es impertinente. Esta mezcla de luz y nubes sin frío es un contraste integrado en la escritura del oído que escucha sus propios pasos.


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