lunes, 25 de marzo de 2013

Incultura Santa.







Resulta cuando menos sorprendente que en un país como España, cuya aconfesionalidad es recogida por nuestra constitución, se le dé tanta importancia a todo lo que atañe a la vida pública y especialmente a la cultura fuera de lo extrictamente religioso, para ser cerrado, cuando llega la Semana Santa, por mucha importancia que pueda tener la religión católica dentro de nuestro ámbito, cosa que también se especifica en la carta magna pero que no justifica la desproporción con la que se actúa sobre uno de los mayores beneficios intelectuales de los que pueda disponer una sociedad que aspire a disfrutar de una serie de valores construidos en la fragua de la inteligencia y la ilustración, siendo ésta una dedicación a la que todo pueblo debería ser incentivado por sus dirigentes para la consecución de un modelo ciudadano más adaptable a cualquier clase de vicisitud a la que se le pueda dar arreglo por las vías de la tolerancia, el diálogo, la solidaridad y un alto nivel de racionalidad nutrida de sentido común.
 Es casi inevitable y al mismo tiempo contradictorio, debido a la anteriormente expuesta aconfesionalidad, que parezca que ha llegado el momento de celebrar algo, de lo que una mayoría desconoce siquiera sus orígenes y significados, sin pretender exagerar, a modo de vacaciones y de días o medias jornadas libres por el mero hecho de que estamos en dichas fechas pero cuya imagen resulta de lo más pésimo, moralmente hablando, si nos atenemos a lo que sucede el resto del año, e históricamente cínico si observamos quiénes la defienden con más ahinco: los mafiosos multimillonarios y las congregaciones secretas que atesoran gran parte del poder repartido, cuando muy al revés su punto de partida fue un grupo de gente que inspiraba la confianza de todo ser humilde y bondadoso. Está bien, por decir algo para que no llegue la sangre al río, que dos de los días más importantes de este escueto sacro periodo, como lo son el Jueves y el Viernes, ambos santísimos, formen parte de los días que se marcan en rojo en nuestro calendario: hasta ahí podíamos llegar, y de paso aprovecharlos para realizar una de las piruetas temporales en la que somos unos auténticos expertos: el puente de cabo a rabo y cuanto más largo mejor, porque nos lleva la corriente y un espíritu gregario que nos corroe los huesos del esqueleto de la superstición.

Digo esto porque hoy he sido testigo de un portazo en las narices, de lo más inusual, pero que refleja muy bien el estado de nuestra sociedad, la española, en lo que a su dedicación al sosiego y el reposo del estudio y la lectura se refiere: me he encontrado, esta tarde, las puertas de la biblioteca cerrada, y con un llamativo y obsceno candado que hace más triste todavía la situación, que le aporta ese matiz atroz y desmedidamente cruel a la instantánea de la cerrazón de la ignorancia, y así estará durante las tardes de mañana Martes y pasado mañana, Miércoles de ceniza, e incluso, y de oca a oca y tiro porque me toca, la mañana del próximo Sábado porque no iba a ser menos el Sábado: de perdidos al río. O sea, semana redonda y sin comerlo ni beberlo uno no da crédito a semejante desajuste de principios básicos para la ciudadanía como lo son la posibilidad de sentirse respaldado por las instituciones en lo concerniente a educación y cultura, a la disposición de lugares en los que pasar momentos de grata compañía entre libros, discos, periódicos y mesas de trabajo que, si me apuran y con más INRI, deberían estar abiertos en una época en la que muchos de los españoles cogen unos días de vacaciones y tienen esas horas libres, que en otras ocasiones echan en falta, para poderlas dedicar en ratos de alimento cerebral que les ayude a tirar hacia delante, como es mi caso y el de un montón de interesados en que este tipo de centros estén abiertos las venticuatro horas del día, aunque para eso haría falta algo parecido a una novela de George Orwell.  





4 comentarios:

  1. Clochard:
    Lo que planteas y das a conocer no deja de ser cierto, por mucho que se haya hablado ya del asunto.
    Para bien o para mal, el peso de las tradiciones religiosas condiciona todo el sistema laboral de un país. Lo que no es razonable es que los servicios públicos dejen de funcionar correctamente por motivos vacacionales. Esto nos lleva a otro problema: el de los horarios laborales.
    En fin, me extendería demasiado.
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      El principal problema es la falta de objetividad, de ver las cosas con un rasero coherente y no irse a ningún extremo. Sencillamente se trata de ser razonable y tener en cuenta qué es aquello de lo que no se puede prescindir a la torera, sin tocar ninguno de los rituales y procesiones, algunas de las cuales me parecen una preciosa representación popular.

      Salud.

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  2. "Con la iglesia hemos topado",por cierto,yo trabajo más estas vacaciones.Que pongan las bibliotecas en los restaurantes,así mientras te tomas el café de la sobremesa disfrutas con un buen libro...Un abrazo permanente!!

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    1. Eso sería genial para los clientes, a los que les gusten los libros, pero difícil de combinar con los horarios de la plantilla del restaurante, como si no tuvieran bastante ya con los que le cae cada día. Lo suyo sería que se trabajasen menos horas en los restaurantes para poder difrutar, en el exterior, de las bibliotecas y de todo lo demás.

      Mil abrazos.

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