miércoles, 7 de octubre de 2015

Envidia


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Me hace tanta gracia lo que oigo cuando se habla de la envidia que alguien pueda sentir sobre otra persona, que me da por pensar en la inutilidad del asunto hasta el punto de cuestionarme si, debido al ajetreo de la forma de vida moderna, habrá todavía quien se pare a envidiar a nadie; pero parece ser que si, que en función del país puede llegar a ser hasta un insano y deplorable deporte nacional con el que ejercitan sus neuronas los necios que alimentan la comidilla de la mutua insatisfacción en ese tipo de dantescos conciliábulos con los que se amenizan las veladas más empalagosas, entre las que destacan las celebradas por contertulios españoles. No entiendo a qué viene tanta incongruencia, a excepción de la llamada envidia sana, qué contradicción, que muchas veces viene a ser una manera de alegrarse de los logros de un ser cercano, de la suerte que haya tenido un amigo, de las cualidades que tiene un conocido y a ti también te gustaría tener, de la calma con la que un compañero se toma los asuntos más estresantes, y de todo lo relevante a alguna que otra carencia propia que uno advierte en el reflejo de la virtud de un semejante; pero cuando hablamos de la envidia evidenciamos nuestro desapego por la admiración sobre lo extraordinario. Nadie anda a salvo de las garras de la envidia, en el fondo todos somos un poco de todo, y por supuesto un poco envidiosos también; todos somos un poco listos y un poco torpes, un poco sensatos y engreídos, un poco arrogantes y suspicaces, y atentos y desconfiados, y un poco buenos y un poco malos. La envidia, emanada de las fuentes de la impotencia y de la falta de valor, fomentada por la ausencia de humildad y de referentes de altura ética e intelectual, engendrada por la falta de valores, se encarga de llenar de piedras el camino y es una de esas malas compañeras con las que conviene no tomarse una copa de más, porque corre uno el riesgo de ser fusilado por todas las razones que esgrimió durante una conversación, por sus propias consideraciones, ya que en el momento menos pensado se le pueden poner a uno en contra como por arte de magia, por el arte de la magia de la envidia; pero ese tipo de encono contra lo que no tenemos y anhelamos con rabiosa malicia es la patente de los bajos fondos del pensamiento, y sobre ella no me quiero extender. Lo que quiero decir es que yo confieso ser un gran envidioso; confieso tener y sentir una envidia enorme, descomunal, inmensa, inabarcable, imponderable de amplia y extensa que es, sobre algunas personas. Yo envidio a Mozart y a Chopin, a Cervantes y a Muñoz Molina; a García Márquez y a Benedetti; envidio a Dalí y a Picasso, a Francisco Umbral y a Edward Munch, a Joaquín Sabina y a Miles Davis; envidio a Louis Amstrong y a Maceo Parker, a Silvio Rodriguez y a Xavier Sacristá; envidio a aquellos que hacen lo que pueden dando lo que tienen; envidio a Ghandi y a la madre Teresa de Calcuta, a los que se dedican a cuidar de los indefensos, de los necesitados, de los que andan faltos de cariño; envidio a los que son capaces de hacernos ver con su comportamiento, con su ingenio y con su arte, con su creatividad e inteligencia, con su actitud y predisposición, con sus ganas de vivir, que existen miles de razones para no pararnos a pensar en la envidia, para convencernos de que con la mezcla de cada una de nuestras virtudes el colorido del panorama alcanza la benevolente versatilidad de lo heterogéneo; y los envidio porque los admiro y porque de ellos saco las fuerzas necesarias para hacer todo lo humildemente posible por parecerme a ellos, para ser mejor persona y para hacer que los demás se sientan mejor conmigo, sin renunciar a mi irreductible condición de envidioso.

6 comentarios:

  1. La envidia sana,bien entendida puede ser una motivación para superarse cada día.Todos tenemos algo que envidiar o que nos envidien por que;todos tenemos carencias que vemos como virtudes en los demás.Por ejemplo,yo envidio tú forma de mirar la vida y lo bien que lo cuentas.Ya me gustaría saber expresarme con tanta fluidez.

    Un abrazo envidiosillo!!

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    1. Pues no te digo la de envidia que debes causar tú, con lo buena persona que eres, con lo buena compañera de trabajo, con lo paciente que te muestras con todos aquellos que llegan nuevos al Cenador.

      Mil abrazos

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  2. Ay, envidiosillo! No es envidia sino admiraciòn lo que tù sientes. Te gustarìa mirarte en el mismo espejo y lograr conmover a los demàs como lo hicieron todos ellos.
    A otra escala, tù tambièn consigues lo consigues, rozas con tus palabras el corazòn del que las lee dìa a dìa y quièn sabe? La semilla està plantada.
    Yo te envidio a tì por querer ser mejor y porque lo consigues, por tu sensibilidad, por el don de la palabra, por tu ambiciòn serena, por todo lo que das,... por tantas cosas!
    Un beso bicho! Reyes.

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    1. Qué pena que no se tengan tan en cuenta más generalmente como referentes a aquellos que realmente hacen uso de su inteligencia y nos muestran el camino. Gracias, de nuevo, por tu generosidad, Reyes, por tu comprensión, por tu gracia.

      Besos

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  3. Yo sí creo en el matiz "envidia sana".
    Creo que la envidia nace de la mala leche, de la impotencia y de la pusilanimidad.
    Suelo envidiar a mucha gente, pero no le deseo ninguna desgracia y, si puedo, lo manifiesto públicamente. No me duelen prendas.
    Sin ir más lejos y sin que haya tomarlo como peloteo bloguero, te tengo envida por lo bien que sabes escribir, por saber sacar todo un relato de un simple acontecimiento, por lo mucho que has leído, porque te acuerdas de lo leído, por la diversidad de lecturas...

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    1. El alago debilita, Dyhego; me lo tomaré con tranquilidad; aún me queda mucho para escribir bien, pero he de reconocer que le sientan bien a uno ese tipo de comentarios ya que de ellos emana parte de la fuerza para seguir intentándolo.

      La envidia sana es una contradicción a la que no sabemos llamar de otra manera, pero te entiendo.

      Salud

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