jueves, 8 de octubre de 2015

Un comienzo



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Manuel Adame y Jesús Rosendo son dos amigos míos que codo a codo comenzarán mañana su andadura empresarial. Inaugurarán su propio negocio después de haberse durante varios años esforzado sin desmayo en tratar de alcanzar una mínima capacidad de ahorro que les permita ahora afrontar su futuro de manera autónoma, después de cientos de jornadas en las que entregaron sus esfuerzos e ideas a cambio de un sueldo ganado con esa clase de dignidad típica de aquellos a quienes les gusta hacer bien las cosas, su trabajo. Mañana fundarán El traga, uno de esos restaurante modernos en los que se podrá disfrutar de la buena gastronomía junto con una excelente selección de vinos. Cuando uno decide embarcarse en un proyecto de estas características ha de tener muy claro el significado de la palabra negocio: nec ocium, sin ocio, y para ellos dicha entrega parece no haber sido un problema, sino más bien un revulsivo con el cual rejuvenecer a diario a medida que han ido viendo el local montado, a medida que las estanterías han ido siendo colocadas en cada uno de sus sitios y los operarios de los diferentes oficios se han ido encargando de llevar a cabo una pormenorizada puesta a punto basada en el estudio y las reflexiones que desde hace un par de meses centran todas las energías de Manuel y de Jesús. La planificación de un equipo de trabajo es una trayecto de largo recorrido, un continúo aprendizaje del ser humano, una retahíla de alegrías y de dificultades, una deseada progresiva adaptación al medio por parte de quienes son incorporados con el fin de alcanzar eso que tan fácilmente se cataloga de familia laboral. El engranaje de una empresa hostelera depende en gran medida de la actitud de los componentes de su equipo, del ejemplo del patrón, de la organización, de la permanente escucha y de una coherente y bien canalizada lluvia de ideas que dé a cada uno de los integrantes la posibilidad de aportar un granito de arena con el que fidelizar su sentimiento de pertenencia; depende también del buen uso de la transigencia y de la innegociable tolerancia sobre aquellos aspectos tras los que devienen las viciadas malas costumbres que suponen un freno para el desarrollo de las ideas; depende, por supuesto, del fracaso como activo, de aprender de los errores sin caer en la trampa del derrotismo y el reproche, asumiendo esta postura como un indispensable valor empresarial, aunque parezca gozar de muy poco interés hoy en día por parte de muchos jóvenes empresarios, que resumen sus enmiendas en taxativas soluciones más cercanas al autoritarismo que al diálogo y a la observación, siendo ahí, en la comunicación y en el análisis, donde se encuentran los primeros pasos que permiten hacer las cosas de otra manera suplantando los procedimientos puestos en práctica de forma equivocada por otros que conduzcan a resultados diferentes. Manuel y Jesús ahora están nerviosos, quieren agasajar a todos sus clientes, rematar bien los pedidos, no dejar ni un cabo suelto del total de la envergadura de ese montón de papeles en el que se encuentran escritas todas sus ideas; ahora les toca enfrentarse a la incertidumbre que con el paso de los meses dará lugar a la seguridad, al conocimiento de lo que les vale y de lo que no, a la definición que el propio negocio vaya haciendo de sí mismo como si de un ente autónomo se tratara. Hay hombres buenos que merecen probar las mieles del éxito, y ellos son de esos; ellos son dos tipos a los que el futuro les debe un brindis por el afán de su dedicación. Suerte, compañeros.

6 comentarios:

  1. El mundo es de los audaces. Les deseo lo mejor a estos dos valientes en su bonita aventura. Buen trabajo.
    Beso. Reyes.

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    1. Les llegará tu energía, Reyes; se merecen que les vaya muy bien. Ojalá.

      Besos.

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  2. Que tengan mucha suerte y buena memoria para no olvidar lo que cuesta trabajarlo.
    Un abrazo alegría ajena!!

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    1. Esa alegría ajena suena a gloria bendita. Muchas gracias, Amoristad.

      Mil abrazos.

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