martes, 18 de abril de 2017

Mudanza


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Una mudanza es el traslado de parte de nuestro pasado al futuro inmediato pasando por los filtros del presente, un durante unos días transitar  envueltos en todo lo que hemos ido siendo a través de esos fotogramas de nuestra biografía que los recuerdos se van encargando de exponer en la pantalla de nuestras meditaciones mientras nos dedicamos a correr puertas y abrir cajones, a descubrirnos en un paseo por el tacto de los objetos que nos han acompañado a lo largo de nuestras vidas, viéndonos en las fotos de cuando éramos más jóvenes, contemplando como remotos muchos de los detalles que aparecen en las instantáneas. Movemos las cosas, las vamos dejando apiladas, clasificándolas con el pudor de no querer tirar nada, pero la criba es inevitable y habrá que deshacerse de los apuntes de la carrera y de los bolígrafos que no pintan, de las camisas pasadas de moda y de los trajes que sucumbieron al inexorable paso del tiempo, de un montón de folletos y panfletos y recibos y secuelas del trajín burocrático que inconscientemente  pasaron la prueba del periodo de prescripción; habrá que inaugurar un nuevo orden basado en un menos es mas que nunca como hasta ahora había sido planteado con tanta claridad, en esa especie de aspiración basada en la adopción de un minimalismo que se nos antoja fructífero, cómodo, eficaz, utilitario. Una vez metidos en faena nos vamos encontrando con papeles, con cacharros y envoltorios y bolsas de plástico en las que fuimos guardando retales del día a día cuyo tren acaba de hacer un alto en el camino para ordenar el pensamiento, para poner nuestras ideas al servicio de la organización personal, para afrontar con valentía la decisión de con qué y con qué no quedarnos. Abrimos un anaquel y nos topamos con carpetas y utensilios y cachivaches de un frecuente recurrir al por si a caso al que le ha llegado la hora de decidir entre el sí y el no, con esa aparición de la eterna duda a la que se aferra la mente para ponernos en esas más que improbables situaciones en las que puede que volvamos a necesitar cualquiera de esos objetos que en silencio han ocupado inútilmente un hueco en nuestra existencia, que parece como si no entendiéramos sin ellos, a pesar de durante años no haberles hecho ni caso. Abrimos un armario y  nos encontramos con prendas que hacía mucho tiempo que no nos poníamos, que ni siquiera sabíamos que estaban ahí en esa repisa de arriba a la que parece como si, por desuso, se le tuviera vetado el vistazo; porque suele pasar que tengamos mucha ropa y acabemos poniéndonos siempre lo mismo. En una mudanza son las cosas las que nos mudan a nosotros, las que nos mudan la piel ofreciéndonos perspectivas, las que nos transforman en la siguiente versión de nosotros mismos protagonizando el guión de un paso al frente en dirección a un nuevo domicilio en el que vamos colocando de memoria los muebles a medida que sembramos de claros la casa en la que todavía estamos, en la que volvemos a sentir  la compañía de quienes por aquí pasaron, en la que se soplaron las velas de los cumpleaños y se celebraron tus sobresalientes, la casa en la que de manos de tu talento culinario  alcanzó su cima la receta del gazpacho, la casa en la que dos bellos ratones coloraos han escuchado tus cuentos antes de dormir en esa habitación que es el palacio de los sueños de la infancia, la casa por cuyas ventanas entra la brisa que me acaricia la cara mientras escribo. Son todas esas pertenencias y sensaciones las que nos desplazan hacia otro lugar dejando nuestra huella en el sitio que abandonaremos en breve y en el que durante los últimos años se ha ido fraguando nuestra manera de ser y de estar en el mundo propio creado en el hogar: ese lugar que como todo buen testigo nos ha visto reír y llorar, dar saltos de alegría y desesperarnos por un problema, retozar en la cama hasta las tantas y despertarnos muy temprano cargados de las obligaciones que no caben en un día. Una mudanza es un viaje a alguna parte, una continuación en el reguero de puntos suspensivos de nuestros planes, una proyección sobre todo lo que nos queda por hacer, un ensanche en el punto de fuga que marca el horizonte tras del cual se encuentran los frutos de todo movimiento.



2 comentarios:

  1. Es lo bueno que tienen las mudanzas, que se revive el pasado y encontramos pequeñas joyas olvidadas. ¡Pero da tanta pereza poner orden y mudarse!
    Salu2.

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    1. Pero es necesario para que las cosas sigan su vida, sigan viviendo y viviéndonos.

      Salud, Dyhego.

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