martes, 11 de abril de 2017

Las erratas


Resultado de imagen de ortografía

Acaricio todos los libros, las novelas, las ediciones antiguas de poesía, las recopilaciones de artículos, los ensayos, manteniéndolos entre mis manos con la segura intuición de que podré encontrar algo dentro de cada uno de ellos que me será de gran ayuda, algo que luchará frente a mi ignorancia como la vitamina C contra el resfriado, acórdandome del programa de Fernando Sánchez Dragó Todo está en los libros. Hoy, que tan fácil acceso tenemos a mucha aunque no del todo fiable información encontrada en Internet, intuyo que para forjarnos una cultura resulta imprescindible recurrir tanto a los clásicos como a esos manuales de etimología, historia y gramática en los que se halla el minucioso trabajo de los investigadores de otras épocas, esos volúmenes en los que quedó escrita para la posteridad la base de la sabiduría de lo que no pasa de moda por estar siempre latente, al día, inamovible en la claridad de sus conceptos. Por eso cuando me topo con un manual de ortografía en la librería de saldo a la que me dirijo casi a diario, reparo en que no estaría nada mal tener uno de ellos cerca de mí, a mi vera, en el bolso de mis paseos, en la mochila, en el escritorio o en ese hueco reservado para las breves lecturas de antes de dormir, lo suficientemente a mano como para echarle un vistazo de vez en cuando, para leerlo con ese matiz de entretenimiento con el que alguna clase de libros se acaban convirtiendo en parte de la dieta lectora, con la disciplina con la que mi padre lee todos los días la hoja del almanaque que contiene un extracto de la biblia; en pequeñas dosis que se irán encargando de fomentar mi interés por querer saber más sobre gramática y disponer de más capacidad de autocorrección, para ponerle en definitiva orden a algunas de las más frecuentes dudas que se me presentan cada vez que escribo, sobre todo las basadas en la colocación de un acento o letra o signo de puntuación. En los manuales de ortografía se encuentra uno con las explicaciones que le dan sentido al rigor del uso del vocabulario, y de esa riqueza emanan los criterios tanto ortográfico como semántico con los que después poder expresarse con propiedad, llamando a las cosas por su nombre y no dejando que se escape una hache o una be o una uve o una ce por ninguna de las grietas de la desatención gramatical. Pero entre unas cosas y otras, y de momento, no es todo lo frecuente que sería deseable para un aspirante a escritor como yo ese recurrir a hojear ese tipo de manuales más allá de las típicas consultas en el diccionario que abro a la par que abro el escritorio de este blog. Aún así tengo la suerte de gozar del beneplácito de encontrarme acompañado en la andadura de estos Peces de hielo de un fiel lector de cuanto escribo, una de esas personas que uno ha conocido en la Red gracias a su afición por las letras y que debido a su amplio conocimiento de la lengua tiene el detalle de ponerme en conocimiento de los errores ortográficos y sintácticos que encuentra en mis entradas. Es un gusto y un privilegio saber que en el momento menos pensado uno recibirá un correo electrónico explicándole cuáles son las correciones pertinentes para que el texto recién salido del horno disponga de una adecuada salud ortográfica. Muchas Gracias, Dyhego.

2 comentarios:

  1. Clochard:
    el que esté libre de "resbalones gramaticales" que tire la primera piedra...
    Corregir a alguien es sumamente peligroso, porque no sabe uno nunca si te van a mandar a la porra por meterte donde no te llaman, o si te lo agradecerán. Lo hago cuando presiento que hay una cierta "confianza", aunque sea cibernética.
    También yo agradezco que alguien me corrija.
    Una de las maravillas de internet es que el diccionario de la RAE está a un clic.
    Un saludo, maestro.
    ¡Escribes de maravilla!

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    1. Insisto en mi agradecimiento por tu encomiable colaboración, Dyhego, que es un lujo, y en tu opinión respecto de mi forma de escribir, aunque el halago debilita y hay que seguir estudiando y trabajando en ese infinito camino de intentar poner de acuerdo a los sujetos con los verbos y los predicados.

      Salud, Dyhego.

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