viernes, 30 de marzo de 2012

Locutorio.




Dentro del conjunto de rincones, santos de mi devoción para pasar un buen rato junto a mi bien acompañada soledad, basado en escribir parte de estas lineas, beber de otras y ver cómo andan los resultados de las ofertas de trabajo a las que me he inscrito, se encuentra un locutorio, situado en la calle San Fernando de Sevilla, en el que brota la vida de una manera especial. Gentes de diferentes nacionalidades vienen aquí para ponerse en contacto con sus familias mediante el uso del teléfono , el correo electrónico o el maravilloso mecanismo que facilita verse las caras en la pantalla del ordenador y disfrutar de la presencia del familiar o amigo en cuestión con la certeza de que la dimensión de sus ojeras no es mayor que lo era ayer.

El lugar es una sala en la que no cesa la actividad de sus seis cabinas telefónicas y sus treinta computadoras. Aquí, una vez que te encuentras en faena, es posible salir del paso de casi cualquier imprevisto y, a excepción de tabaco, desde una botella de agua a la urgente recarga de la tarjeta de móvil, junto con la eficiente colaboración de sus empleados, que en un abrir y cerrar de ojos resuelven las cibernéticas dudas de los usuarios, puedes encontrar de todo. El ambiente es propicio para sentirte como en la redacción de un periódico en el que el cosmopolitismo es la nota dominante y todos transitan por sus mundos internos buscando información a cerca de algo que los aproxime a la actualidad con la que no verse exiliados del fluir de la vida moderna.

Todo tipo de acentos y fonéticas propias de lenguas que distan mucho entre sí. Desde África a los países del este, desde el cono sur a las regiones del norte de España, desde Filipinas a Brasil pasando por Oriente Medio. Expresiones de llanto y alegría, de encono, decepción e impotencia. Prisas, impaciencias de quienes no soportan ni un segundo más sin saber de los suyos, allá en otras tierras en las que existen los pobres de verdad. Manos que se frotan, estudiantes con aspecto de becarios, entrados en años que tratan de encontrar pareja mediante una web, ejecutivos que aprovechan para poner al día una serie de informes, dedos que danzan sobre el teclado poblando del ruido propio de las teclas una atmósfera en la que se perciben las ansias por comunicarse con alguien que estimule el presente con noticias que no den la guerra por perdida.

A este lugar vengo a diario a saber de las aguas de Blimunda y de los andurriales de Ridao, del gofio con miel de Gloria y de la voz debida de Mery, del siempre generoso comentario de Amoristad y  de todo cuanto me acerque a la templanza de escabullirme por las letras como el quijote que en ellas encuentra la receta para que sus fantasía puedan llegar a hacerse realidad. Aquí me detengo por unas horas para hacer parada en la estación del aprendizaje que me brinda la ocasión de tener cerca a ese puñado de bloggeros que salpican de inteligencia y compromiso lo que se encuentra en vías de extinción: la percepción de la realidad que nos negamos a ver con argumentos que la hacen más dura si cabe pero que gracias a gente como ellos se convierte en la esperanza de toparse con la lucidez por muchos kilómetros de distancia que nos separen.



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