miércoles, 21 de marzo de 2012

Libertario catedrático





Con un muy parecido aspecto a Jesucristo, pero con el pelo blanco y con un bulto en su pómulo izquierdo, reminiscencia de una artritis, artrosis o cúmulo de vivencias, se nos presenta  cada mediodía, como caído del cielo, tirando de su carrito de la compra repleto de ejemplares que serán ofrecidos entre uno y tres euros, en función del grosor, un ser humano llamado Paco que luce semblante de buena gente, refrescado litro de cerveza por el sol y pitillo rubio entre sus dedos cuyo humo barnizan los flecos de su destartalado bigote con unas mechas en las que la nicotina juega al arte de la estética del cabello queriendo gustarse entre ocres y amarillos.

El ritual con el que coloca una  tela sobre el suelo, junto al kiosko de prensa tras el que se encuentra seguro y afirma no ser visto por la policía, sobre la que irá disponiendo libros y objetos, que en muchas ocasiones presentan el aspecto propio de lo que ha deambulado de mano en mano durante décadas, es la viva imagen de quien se muestra tan seguro de lo que hace que tan solo necesita que lo dejen en paz con su historia y su misterio, con su aire de libertario catedrático de la paciencia, hijo predilecto del fracaso a mucha honra y doctor honoris causa por la facultad de ciencias de la calle, ejerciendo ahora como vendedor de libros sobre unos cuantos metros cuadrados de la Gran Plaza sevillana en los que se puede encontrar desde un manual del kama sutra hasta una selección de artículos de Larra, en función del día, además de una pipa de fumar con mucho rodaje, unas gafas sin cristales para ver de lejos, y mucha decencia en el trato y la camaradería hacia los aficionados por la letra impresa.

En ocasiones algún vecino se deshace allí, sin resignación, de volúmenes de enciclopedias que !@#$%^&* muy bién el papel de rellenar los estantes de esos emblemáticos muebles sin los que sería impensable el decorado de los cuartos de estar de la transición, y a cambio de nada hace posible que el arsenal de Paco aumente al tiempo que las posibilidades de quienes hacía años buscaban el tomo F del Diccionario de los animales de la jungla. Entonces me apodero de La Vida Oculta de Soledad Puértolas, del que el susodicho vecino me asegura haber sido propietario en alguna ocasión, con la que Paco, debido a la buena pinta de la adquisición, me ahugura y desea pasar un buen rato y con el que yo me marcho tranquilo por seguir teniendo la certeza de que la poesia sigue viva en este rincón del planeta.

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