sábado, 30 de junio de 2012

Decibelios con hielo.





Las noches del verano son propicias para el paseo, el helado, el cine, la cerveza, la tapa y la saludable aportación de vitaminas del vientecillo de la libertad llamado brisa. Las noches del verano son para disfrutar de esa sensación de, aunque se tenga que trabajar mañana, darse el gusto de acostarse un poco más tarde, para charlar en la calle hasta las tantas. Las noches del verano eran las más deseadas para pelar la pava porque el tiempo del estudiante se encontraba parado por un periodo en el que cabían mas cosas, además de los libros, que durante el curso. Las noches del verano son una gozada perfumada de yodo costero y representadas clarividentemente en el lienzo del cielo por un manantial de constelaciones en las que los ojos sueñan despiertos. Parece que detrás de todo existe un azul, y ahora también un decibelio y una botella.

Vivo en un pueblo costero de la provincia de Cádiz. Un pueblo blanco que amanece regado por el orín de los gatos y las gatas que no encuentran mejor lugar para hacer sus necesidades que en los mismos zócalos de las características casas encaladas de la zona. Y mientras mean y sacuden el rabo, y bostezan rascandose el cogote a la espera de su turno para el vicio del adulterado polvo blanco que les abrirá las puertas de la destemplanza y la locura, se pavonean con retumbantes eructos como salidos de una cueva con los que le ponen su sal y su pimienta a los sueños del marinero que en un par de horas saldrá a faenar para que el insurrecto de turno tenga mañana las sardinas en el plato.

El derroche de alegría, propio de las más heróicas consecucuciones y no de este continuo sinsentido de derroche de la atrofiada madurez de la mesura lúdica, no conoce tregua. Las tres, las tres y media, las cuatro y las cinco y las inmediaciones del amanecer o los adentros del mismo. No hay límite para que la algarabía parecida a la de una manada de animales sueltos tras un largo cautiverio se apodere de cualquier callejón, y el camarero que firma estas lineas se cague en la madre que parió a todos esos terroristas del silencio que pasan junto a la puerta de su casa como las cabras por el monte, arrasando el sosiego del merecido descanso por lo que hay que aguantar que no es poco . El ruido de los automóviles irrumpe por las ventanas acompañado de una discoteca, en la que se escucha la decadencia del gusto por la clave de Sol en el interior de cada uno de ellos, y las calles se transforman en abrumadoras representantes del infierno del momentáneo imsomnio con sabor a hierro oxidado con el que se sacude el estrepitoso despertar de un salto de cuantos no acostumbran a dormir como una piedra, muchos por desgracia; y la chusma turístico narcotizada campa a asus anchas por el desierto de la solidaridad y el civismo desamparando de bellos adjetivos los brillos del amanecer. Decibelios con hielo, mala manera de saciar la sed.

4 comentarios:

  1. querido Clochard:
    Deberíamos volver a recuperar la figura del sereno,ampliando un poco la hora claro está.
    No te queda otra que tapones y mucha lejía.
    Un abrazo fuerte!!

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  2. A veces esas voces se instalan en mis sueños tomando cierto protagonismo, pero otras veces...

    Mil besos

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  3. Uf, un tema que me toca, me escarba, me hiere.

    Hace unos cinco años, tres mudanzas atrás, me tocó vivir eso mismo en un pueblo de Badajoz. Tenía una casa de la que no podía utilizar la mitad de las habitaciones durante tres noches a la semana, porque era zona de paso del botellón y me tocaba dormir con un colchón en un cuarto de baño que no daba a la calle. Vergonzoso.

    Hace tres noches se cumplió un año de que una panda de borrachos, de mi quinta, para nada jovencitos, también en otro pueblo de Badajoz, decidió a las tres de la mañana echar abajo la puerta de mi casa a patadas. Una casa en la que había un niño de cuatro años.

    Gracias a ellos y a aquella noche de terror, que se alargó durante varias horas, arrastro una disputa con Morfeo, que me impide dormir y si lo hago, me despierta...¡que la vida hay que vivirla y no dormirla!

    Mi opinión respecto a estos temas se ha vuelto bastante estricta. Mi sueño, mi paz y la tranquilidad del que era mi hogar se vino abajo por gente ajena a mi vida. Y no se me olvida.

    Un besazo y muchísimo ánimo

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  4. Sé que no es fácil. El sentido común es el menos común de los sentidos y buena prueba de ello lo tenemos en la continua falta de respeto y en la incapacidad de empatía, de ponernos en la piel del otro, que tenemos. De alguna manera nos encontramos en una etapa de decadencia espiritual provocada por el auge del materialismo, pienso yo, y caminamos con los ojos vendados y como borregos. Pero al menos somos conscientes y algo podemos aportar. Espero que disfrutes de la paz que vayas encontrando.

    Un besazo.

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