domingo, 1 de julio de 2012

De patitas en la calle.







Antonio vino como ayudante de cocina, como friegaplatos y todo lo que fuese menester hacer para demostrar que lo que quería era trabajar y que lo sabe hacer muy bien. Antonio se esforzó más que ninguno. Todo un ejemplo de camaradería profesional dando el callo al mismo tiempo que se convertía en la alegría de la huerta; el compañero capaz de sacarle una sonrisa a cualquiera en cualquier momento bueno o malo. Un tío así no se paga con dinero, hace falta en todas las empresas, en todos los equipos que quieran destensar la cuerda de la absurda tensión a base de laboriosidad compaginada con humor.

Cuando me entregó su curriculo me dijo que lo más importante era el chiquillo, su churumbel, que había hecho de todo un poco y que ahí lo tenía para lo que hiciera falta; me deseó buena temporada y dijo hasta luego; ni siquiera tuvimos una entrevista porque lo suyo fue una visita relámpago como la de un cartero que deja un mensaje, saluda y se marcha. El caso es que pasó a formar parte del equipo y todo ha ido sobre ruedas. Pero al recibir el restaurante en el que trabajo a tres alumnos de prácticas procedentes de una escuela de hostelería,  Antonio, sin previo aviso por parte de la dirección, ni yo mismo, que de alguna manera se supone que soy el gestor de cuanto sucede entre nosotros, me había enterado, ha sido puesto de patitas en la calle por el capullo que se las da de sufridor empresario de las consecuencias que tiene el hecho de pagar tantos seguros sociales; y ahorrándose tres sueldos no escatima en pasar cien kilos de lo que pueda estar sucediendo en la casa de quien le ha sacado parte de las castañas del fuego hasta el momento. Lo más denigrante es que Antonio ha recibido como empleado del mes una recompensa de treinta euros. Más rata no se puede ser, ni más hipócrita, ni mas bajo es posible caer ni más incómodo se puede estar entre personas de esta ralea mediocre y usurera.

Hay que joderse otra vez. Luego que si la abuela fuma. Normal que la calle esté poblada de rostros entristecidos y manipulados, de gente que se siente impotente y no tiene más alternativa que pasar por el aro; por personas, como es el caso de los alumnos de las escuelas de hostelería, que están siendo instruidos en estos ambientes de corrupción de la sensibilidad y después seguirán con vehemencia el ejemplo que les está siendo dado. De Guatemala a Guatepeor. Hace tiempo que se nos fue de las manos la educación pero lo de ahora resulta infumable y orgullosamente detestable. es un honor para mí el mero hecho de que ronde por mi cabeza la idea de mandar a freir espárragos a toda esta basura; el día que lo haga brindaré con y por ustedes.

4 comentarios:

  1. Creo que el pataleo te honra y la forma de actuar de Antonio también lo honra a él.

    Besos para los dos.

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    1. Así está la cosa. Al menos de literaria tiene mucho, pero hay que joderse.

      Mil besos

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  2. Querido Clochard:
    Cuando entras en una habitación nueva llama tú atención lo que brilla.Hagamos que brille la buena gente y el buen hacer.Para esos chavales la mejor enseñanza es que lo negativo se combate con lo positivo.Mucho ánimo para ti y suerte para Antonio.Un abrazo fuerte!!

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    1. En esas estamos, aunque resulta quijotesco tener que andar así, es lo que hay, lo intentaremos, al menos con el derecho al pataleo.

      Mil besos

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