viernes, 27 de octubre de 2017

Diario de Octubre IX


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Me pongo a escribir y se me vienen a la cabeza esa multitud de orgasmos diarios de los que no somos conscientes; porque vivir a flor de piel sea o no sea cosa de unos pocos parece como si se nos estuviera queriendo decir otra cosa. Aquí todos sufren/sufrimos el mal de la desesperanza, por injusticia, por acumulación de documentos, por desvaríos de la enranciada inoperancia de quienes se supone que pueden hacer algo. Hasta cuándo esta manera, esta forma, este insensato aturdimiento. Me desvelo por lo que me pregunto, no por lo que me meten por las orejas. No hay mal que por bien no venga, bendito sea Dios y a verlas venir.  El fluir del tránsito de los días oscuros tiene un fondo de amargor eterno y sin ley que lo sostenga; cómo se explica eso; no sé, no me atrevo, tengo mis dudas. En éstas tengo la posibilidad de ordenar mis libros, por materias y almas, o por almas y materias, todo es cuestión de probarlo. La simpatía, y esto he de escribirlo en otro lado, ha de ser  condescendiente,  a ver si me explico: parece que lo tuviera que ser. O sea que todo se camufla; ya no es que no tengamos dónde caernos muertos, ya que es que le atribuimos distintos grados a la simpatía. Si se nos va de las manos la simpatía estamos perdidos, pero la simpatía en estado puro y duro de roer y dulce como un copo de maíz garrapiñado, a esa me refiero. Entre unas cosas y otras le dan ganas a uno de quedarse callado, a lo suyo y a su antojo advenedizo de la comodidad de los perezosos, en su huerto de libros y de humo de las Musas de la Música y el subconsciente más fructífero. El asidero más a mano es en el que poder seguir respirando, siendo uno al fin y al cabo y al principio de ese fin desorientado, mágicamente orientado por el Amor. No sé quien lo dijo pero me hubiera gustado decirlo a mí: mientras otros esperan en el final de la vida la muerte yo espero el comienzo.

2 comentarios:

  1. Desaprovechamos muchos momentos a lo largo del día. Quizás si sumáramos los pequeños placeres superarían al número de pesambres.
    Salu2, Clochard.

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    1. Es casi más importante el tempus fugit que el carpe diem; esa sensación de placer basada en la sencillez, ese aroma a quietud despierta.

      Salud, Dyhego

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