domingo, 22 de octubre de 2017

Reflejos del diario


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La patria y sus pecados, y sus perversiones sociales y sus malos nombres, la patria y lo que nos inventamos en torno a ella como si de un animal imaginario se tratara con el cual resarcirnos de nuestro anhelo de compartir; ¿quién no es patriota viendo un partido de la selección de su país? la patria y sus soldados dispuestos a defenderla, y su pan y su circo pero su poco darle de beber a los perros sedientos de cultura, esos mejor que no opinen mucho no vaya a ser que; la patria y su bandera y sus murallas, y sus fósiles en las carreteras y en las prisiones civiles del nunca jamás; la patria y lo que nos cuentan que es y que precisamente no hemos aprendido con estimulantes razones hacia el conocimiento; pero eso no es la patria. La patria es el lugar en el que uno pone los pies en el suelo cada mañana, el libro que lee y acaricia como se acaricia a un gato de los sueños de la infancia. La patria es el reloj que no nos deja dormir y el despertador que no se atreve a sonar si nos encontramos sonámbulos, recién salidos del traje de buzo de la noche. La patria son los pellejos y el pelo, las arrugas en la frente, el mentón que sobresale en su dibujo, los ojos que nos miran por dentro; la patria es lo que uno se forja a su alrededor cayendo en la eterna insatisfación de querer que eso se extienda por esos senderos suyos del pensamiento. No, amigo, qué te has creído. La Patria, lo que ellos llaman patria, es algo cuyo concepto nos suena a chino a los españoles, y de ello emana un sentimiento de pertenencia a un algo que nos une, pero por puro instinto, y de ahí que aquel que guste de exhibir el color de la bandera española en un reloj o en el fleco del cuello de un chaleco sea tachado de extremista; o sea que nuestra desconfianza deviene de un cúmulo de complejos de inferioridad y de mediocridades que han sido las que se han ido encargando de hacernos estar donde estamos; pero eso es o no fácil decirlo, así podríamos estar hasta mañana; ganas de escribir y sin tener ni idea. Soy patriota en el sentido de que, miren ustedes, hagan con España lo que quieran, pero, por favor, mientras se ponen y no se ponen de acuerdo dejénnos que disfrutemos de ella y de su mapa inmenso de placeres, de sus fragancias y sus flores ostentosas y desapercibidas como el Duende, de su cruce de caminos que sabe cómo entendérselas pacificamente; hagan ustedes lo que quieran pero cuídenmela, no la hagan polvo, conserven el espíritu de su belleza tranquila y fervorosa al mismo tiempo, hagan uso del pasado como fuente de argumentos sensatos que  nos posibiliten aprender de nuestros errores, pudiendo limpiamente mirarnos a la cara y evaluar los daños cometidos, bajándose ustedes del burro compartiendo la agonía, el aburrimiento, el desinterés por todo lo que no sea interés reflejado en el falso espejo de ustedes; cárguense de razón/sinrazón y discutan, levanten los brazos, insúltense, pero cuídenme a España, con todo lo que ello conlleva de humildad, de demostrar ustedes lo españoles que dicen que son; qué cosas, lo qué hay que oír, pero al tanto que esa es la realidad que se desvanece entre cortados y tostadas con aceite, entre zumos de naranja a granel y limosnas de pacotilla, entre esto y lo otro y la carga a cuestas cada cual de su novela. La Patria, con o sin mayúscula/s, es el lugar en el que descansa el razonamiento iluminándose con música clásica, por armonía, por desidia sostenida, por apatía, por calma chicha sin marejada por unos días, por necesidad de tranquilidad para comprender lo que pasa. Si fuesen ustedes capaces de salir del paso cuidando a España, a la España que sea o que venga o devenga a ser o de la que solo sea un reflejo, habremos dado un gran paso en la Historia. Y si tras de ello somos capaces de influir la misma fuerza a nuestras ideas que las que hacen que la perspectiva sea la que es, empezará la gran época del desarrollo humano. Más herramientas no se pueden tener.


2 comentarios:

  1. Palabras como "patria y democracia" por poner dos ejemplos nada más están tan ensuciadas que se necesitaría meterlas en lejía y meterlas luego en la lavadora con un programa largo, a ver si salen relucientes y limpias.
    Salu2, Clochard.

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    1. La palabras esenciales acaban perdiendo su sentido por el desgaste a que las somete la demagogía, esos cruces de caminos que terjiversan el significado de la libertad.

      Salud, Dyhego

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