miércoles, 21 de marzo de 2012

El bar de la Chica más Almodovar.




La noche dispone de lugares secretos para livar el mosto de los dioses de la madrugada, para darle rienda suelta a la poesia de los tragos y charlar sobre cualquier cosa que no nos martirice con las venenosas razones de la sinrazón, que tan de moda se han puesto, para conocer a maestros y a expertos bebedores de los zumos del neón. La noche aparca el coche en doble fila, si hace falta, para tomar unos sorbos en el bar de la chica más Almodovar de sevilla, en la calle, qué buen nombre, Cristo de la Sed. Allí se encuentra el misterio de las huellas dactilares de una más que noctámbula experiencia, toda una vida, que rezuma gramática parda por los cuatro costados y humanidad al más puro y cinematográfico estilo que, prescindiendo de oscars, incorpora desde el rojo al amarillo la sensación de glamour a sus paredes ; el espíritu de un soldado de un cuartel de Salamanca que tuvo un novio en el País Vasco del que nunca podrá olvidarse, con cuya historia se le deshacen los peces de hielo a los vasos de los que siempre andamos descalzos; el ada madrina que cada finales de Agosto echa al vuelo las campanadas de un año nuevo y contribuye a que la concurrencia se olvide de la desesperación y del sueldo arrastrado para recordarnos la gran fortuna que supone disponer de la vida para celebrarlo.

La noche se llama Carlos, se llama ron con Coca Cola y botellín a buen precio hasta las once. La noche se rie del día cuando se cierra la puerta y ya solo entramos los socios; los que, sedientos, aporreamos la puerta tras la que una voz nos alivia del trauma de vernos en la calle, tirados, sin un duro y con ganas de que alguien nos escuche. Aquí se despacha todo lo necesario para que salgan a flote los barcos cargados de preguntas que el alma no responde. Aquí se suavizan las palizas que nos brinda la jornada plagada de jefes que saben más que nadie, que cobran más que nadie, y rien , y maman y explotan y abusan más que nadie. Aquí uno se siente uno, borracho, pero uno al fin y al cabo, con su pelo y con su lana y con su beodo bostezo a las seis de la mañana, cuando un abrazo dice ciao, nos vemos doble.

Versos de barra escritos sobre reversos de ahumados albaranes. Gominolas que traslucen la bondad de la infancia. Horas de vuelo que conducen al diplomado vampiro por los entuertos de la madrugada, cuyo faro se encuentra en esta esquina, y de la que, al despertar, al menos le queda a la resaca el consuelo de haber, una vez más, apostado por la sencilla y honrada bohemia.

2 comentarios:

  1. No sería de justicia (poética) que Carlos no llegara a leer esto, le debe de hacer mucha ilusión y se la merece.
    Te felicito, bohemio.

    Hoy no hay más remedio que despedirse con un KISS.

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  2. Fíjate, creo que me he quedado corto porque hay tanta materia literaria en ese sitio que esto me sabe a pequeño homenaje. Y claro, seguro que se alegra. A ella le encantan estas cosas.

    Besos, prosas y versos.

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