sábado, 23 de marzo de 2013

Lágrimas rojas.



 




Las premoniciones son la anticipada sensación de certeza sobre algo que aún no ha pasado, y puede que en ocasiones no se tenga ni idea de qué sucederá, pero parece que algo nos indica con fervor que acontecerá un movimiento dentro del alma que en breve nos sorprenda, que nos inquiete y no nos deje indiferentes. Varios son los signos que uno puede sentir para augurar que a la vuelta de la esquina el presente vendrá con el periódico debajo del brazo dándonos fe de una noticia, de un presagio hecho realidad que nos deje con la taza de café suspendida, con la mirada puesta en el techo o mirando através de la ventana para buscar con los ojos un lugar en el que depositar lo inamovible, cada cual lo siente a su manera. La pasada madrugada llovía tanto que desperté del sobresalto, rayos y truenos, agua, el diluvio universal en un cuarto de hora, el impulso del temporal atestiguando la metáfora de las lágrimas. Después lo comprendí: el mundo lloraba para hacerle frente a una despedida, para decirle adiós a un maestro y continuar el rumbo de las imprecisiones del destino.

 Ayer el mundo se despedía de Bebo Valdés y con nosotros dentro sin saber cómo tocar una batanga igualando el genio y la naturaleza del ritmo de la innata originalidad. Yo, como digo, fui avisado por la lluvia, y espero que a él no le avisase la parca desatendiendo su reposo, que se marchara en una de esas balsas que construyen los descansos sumergiéndonos en un sueño profundo e inconsciente del que parece milagroso que podamos despertar. Desde ayer hay una tecla negra más en todos los pianos, una imagen del pasado en la que depositar parte del crédito de nuestros actos y no darnos por vencidos. Bebo dejó dicho que si al llegar el momento de su muerte en Cuba se vivía de la misma manera que se estaba haciendo en aquel preciso instante, que si la situación política no había cambiado él quería que lo enterrasen en Suecia, donde hasta ayer estuvo viviendo, o en España. Recuerdo a más de un intelectual surgido junto con el auge de la movida de los ochenta afirmando considerarse castrista: arrebatos de mitomanía que juegan la mala pasada de los bichos malos que nunca mueren, cuentos de nunca acabar, toros vistos desde la barrera, no saber lo que se dice por no haber pasado en Cuba una temporada a no ser en un hotel de lujo, y cosas por el estilo, desafueros y gazmoñerías de quienes se encontraron de la noche a la mañana con mil duros en el bolsillo y una papela de coca en cada camerino después de haber pasado las de Caín con su guitarra a cuestas en el metro, marionetas que necesitaba la transición para dárselas de social moderna con las miras puestas en un aburguesamiento, y un más tarde de sálvese quien pueda y maricón el último; pero parece ser que Bebo tenía muy claro que si bien es cierto que el mundo va al revés hay lugares en los que ni siquiera se ha dado la oportunidad de demostrar las variantes de tales envites y la cerrazón anacrónica se ha llevado por delante a muchas generaciones para las que no hay marcha atrás, como siempre que se trata con los factores fundamentales de desarrollo inmersos en el tiempo y las tinieblas de sus profundidades.

Noventa y cuatro Abriles en canal con la intacta elegancia del vuelo de los pájaros. Decía uno de los compañeros de sus últimas tablas, el Cigala, que a veces llegaban a una ciudad con unos días de margen antes de un concierto, para prepararse y disfrutar también del viaje, y que cuando menos se lo esperaba Bebo salía como quien va a por tabaco, con casi noventa años y lo puesto, y volvía a los dos o tres días, algo antes de tocar, sonriente y diciendo que había que ver la gente tan simpática que había en aquel lugar, ante la incrédula mirada del Cigala asombrado de la vitalidad y el olfato callejero del maestro cubano. Pasaron muchos años, casi un siglo, hasta que Bebo pisó con la fuerza de la fama los escenarios, pero esto no le impidió disfrutar de la sencilla existencia ni necesitar de todo lo que envuelve de negocio los trámites del glamour, más bien le parecía algo postizo que no había incluido en sus planes, que no tenía la mayor importancia, y se dejaba llevar por las circunstancias con la misma poderosa dejadez empedernida con la que era capaz de hacer dormir a una fiera cuando se sentaba delante del teclado.

Esta mañana, al enterarme de la noticia, después de darle una definitiva explicación al chaparrón con el que se anticipaba el desenlace de un adiós, ha vuelto a llover y el cielo se ha encapotado de unas nubes púrpuras que soltaban chorros de agua rosácea, de lágrimas rojas ansiosas de la democracia y la libertad de expresión que se le viene negando a uno de los pueblos más ricos del planeta desde que el ejercicio de un bloqueo es la prueba evidente de la piedad de quienes nos gobiernan, lágrimas rojas de añoranzas basadas en la demagogia con la que se trata todo lo referente a los derechos humanos allí donde parece que da vergüenza asomarse a ver lo que pasa y de qué manera ponerse de acuerdo para que termine de una vez tanto reparto de insensatez pagada por los mismos de siempre, lágrimas rojas de una frente arrugada y una dentadura huesuda y exuberante de sonrisas al compás de la tolerancia y la gramática parda, lágrimas rojas con las que al pisar uno de los charcos de la calle han salido una serie de notas para que mis botas al son de la lluvia tocasen una Batanga con la que despedirme de Bebo Valdés. 


4 comentarios:

  1. Clochard:
    Tengo un cd de Bebo Valdés y el Cigala. A ver si la escucho de nuevo.
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      Disfruta ahora y siempre de los artesanos del ritmo cubano, que son unos auténticos maestros de la puesta en escena de las habilidades autárquicas del arte.

      Salud.

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  2. ¡Que tierno Clochard!Las personas que dejan un legado y gente que les quieren tanto y que respetan su arte,no se van nunca.Que en paz descanse el Sr Bebo Valdés...Un abrazo de ron!!

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    1. Afortunadamente parece que gente así no se ha ido aunque nos haya dejado; Siempre habrá un momento panra recordarlo. Seguro que está descansando como se merece después de una vida con tanto derroche de generosidad.

      Mil abrazos.

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