jueves, 7 de marzo de 2013

Leer por leer.








De un tiempo a esta parte decidí que no continuaría leyendo, fuese lo que fuese, hasta no tener consciencia del significado de las palabras, de las expresiones, del contexto y de los pormenores que iban pasando casi mecánicamente delante de mis ojos; sin exagerar, no pretendiendo hacer del goce de la lectura un martirio sino un pasatiempo lustroso y enriquecedor del que salir con la sensación de que he sido  mínimamente partícipe, a pesar del montón de dudas y vocablos que muchas veces van quedando a la espera de un vistazo sobre las misteriosas cavernas del diccionario. Y es que en ocasiones, cuando uno se encuentra enfrascado en la lectura, ocurre que un cierto hilo de desatención puede sostener durante mucho rato el impulso del mero acto de leer, casi instintivo, e ir haciendo pasar las páginas, una detrás de otra, a una vertiginosa velocidad de la que nos damos cuenta cuando reparamos en que no nos hemos estado enterando de nada, por la súbita aparición de un ruido o por el timbrazo del teléfono, por uno de esos sonido propios de una comunidad de vecinos cuyos tabiques son demasiado finos o por la irrupción del sol a través de la ventana en un día de lluvia y nublado.
Quién no ha terminado de leer un libro con la sensación de no haberlo entendido después de haberse perdido varias veces, y lo que puede ser casi peor: no haberlo disfrutado tanto como se las prometía una vez que fue informado por algún amigo de la belleza que encerraba ese relato. Quién no se ha prometido así mismo continuar prestándole atención a un ladrillo de mil páginas cuyo único y exclusivo interés por las mismas radica en terminarlo y en después decirse, con inútil vanidad, lo he leído. No sirve para nada. Lo mejor es dejar que el tiempo y las ganas nos vayan marcando el curso del río de las elecciones, porque libros hay millones e infinidad de buenos autores cuya literatura se puede adaptar a nuestras necesidades de cada momento. Dice Antonio Muñoz Molina que en la escritura hay cierta parte de sonambulismo, de dejarse llevar, y de la misma manera podemos decir que algo parecido sucede en la lectura, y que al igual que el escritor ha de releerse para corregir, pulir, matizar, puntuar y quedarse medianamente satisfecho, el lector ha de aplicar su atención si no quiere ser como esos profesores que evalúan un examen sin haberse detenido meticulosamente en él corriendo el riesgo de puntuar con el mismo tino que imprudencia o insensatez.

Decía Miguel Delibes que una novela es buena cuando al finalizar la lectura de la misma los personajes que habitan en ella han dejado un poso imborrable, y que pasado un tiempo vuelven a estar ahí e incluso descubriéndose de nuevo, de lo contrario, si de difuminan y se mezclan con otros personajes de otras obras, si acaban por confundirse, se trataría de personajes o de novelas mediocres que no han alcanzado el grado de persistencia y autonomía deseable y necesario para que lleguen a ser únicas. Pero para esto, para calarnos hasta los huesos con la humedad que rezuma un texto es preciso meterse en él, no de otra manera podremos convivir con lo que sucede en esas entrañas de la imaginación guiadas por el autor, y mucho menos decir u opinar acerca de lo que hemos encontrado pues nuestras reflexiones estarán tan diluidas como cuando en lugar de una obra se ve la película basada en ella.

Leer por leer o no leer, o leer a medias, o ir saltando de un capítulo a otro, pretendiendo explorar furtivamente a base de picotazos, tratando lo escrito como si fuera una telenovela, son no ya hábitos sino gestos que van más allá de desvirtuar la lectura: suponen una suprema pérdida de tiempo que bien podría emplearse en hacer otras cosas como dirigirse al estante de la librería y elegir otro ejemplar que nos resulte más prometedor, y si no siempre nos queda el recurso basado en la máxima de Andrés Trapiello: Libro que no has de leer déjalo correr.

10 comentarios:

  1. Clochard:
    Un profesor me dio una clase magistral que me ha servido mucho para entender no sólo la literatura, sino muchos otros fenómenos artísticos como el cine, por ejemplo.
    Se trata del concepto de "verosimilitud", que no tiene nada que ver con la realidad o con la apariencia de realidad. Va más allá. Es, sencillamente, creerse lo que estás leyendo. Y si García Márquez describe, en "Cien años..." que la viejecita Amaranta de los Remedios se encogía como una muñeca hasta que cupo en un canasto y los nietos jugaban con ella, pues, como está tan bien escrito, te lo crees. Y pasa a ser una realidad tan "real" como la vida misma.
    En eso consiste la maestría de un escritor.
    Salu2., y perdón por enrollarme.

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    1. Dyhego:
      Creo que en toda obra literaria hay una parte resrvada para el lector, una parte que forma parte del conjunto en sí: la obstinada idea de que el lector justifica la literatura, como diría J.M. Caballero Bonald.

      Salud.

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  2. (Muy buena la observación del Señor Don Dyhego)
    ¿Y qué me dices de la lectura por el mero hecho del entretenimiento? No hace falta que sea substancial la historia solo "entretenida". Creo que es otra forma de no leer.

    Estupenda tu reflexión.
    Besos y libros.

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    1. Bienvenida sea la lectura, Blimunda: una de las mejores formas de no sentirte nunca solo allá donde te encuentres. Ese tipo de lectura a la que te refieres, la del entretenimiento, tiene igualmente mucho de aprendizaje, aunque no volquemos tanto nuestra atención en ella, que duda cabe, y no tiene por qué ser una forma de no leer sino más bien una forma diferente de hacerlo. Pero leer por leer, de manera automática e insustancial, no vale para nada; es preferible y recomendable, si no podemos con un autor determinado, buscar guías o libros en los que se nos expliquen sus claves para poder afrontar, posteriormente, y con algo más de seguridad la lectura de éste.

      Besos, prosas y versos.

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    2. Para mí que leer para pasar el rato es una forma de no leer porque es la actitud la que la caracteriza. Leyendo aprendes tú que eres un ser hiperinquieto mentalmente porque esa es tu actitud pero el que te dice, "no está mal, está entretenido" (y también sirve para las peliculas) ese no busca lo que tú, Clochard, ni tiene tus ansias de conocimiento.
      Recordemos a nuestro amado Antonio Muñoz Molina cuando dice que siempre estamos pidiéndole a la obra de arte un trozo de vida, algo de autenticidad.

      Vuele un abrazo, corazón.

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  3. (Para blimunda):
    Te ha faltado "excelentísimo, ilustrísimo y magnífico", jejeje.
    Me resulta más cordial "el Diego", a secas, jajaja.
    :)

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    1. Diego a secas: te aprecio mucho y por eso me sale de vez en cuando el tratamiento de Señor. Y porque te veo un poco mayor que yo, fijáte tú.
      Un abrazo

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  4. Blimunda_
    ¡Uy uy uy! ¡Porque soy mayor que tú! ¡De aquí a nada me llamas "viejito Diego! ¿No te digo yo!
    (Es broma).
    Salu2, Madame Blimunda.
    (A Vd, también, vuecencia Clochad).

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  5. Yo leo buscandome en esa lectura y quizás lo que me pierde es quererme encontrar y simplemente me tengo que dejar llevar para encontrar lo que ando buscando...Un abrazo perdido!!

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    1. Bueno, siempre se encuentra algo de uno mismo en la lectura. Yo creo que esa es una de las cosas que buscan los escritores: que el lector se encuentre en esas palabras, que se sienta identificado con ellas, de una u otra manera: dejándose llevar por la conexión o por el descubrimiento. En cualquier caso lo importante es disfrutar de la lectura y sentir su alimento.

      Mil abrazos.

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