jueves, 24 de agosto de 2017

La purificación del arte


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Que el arte purifica es algo que se puede comprobar ejerciendo el impulso de la creatividad, abonando los campos con las semillas de la intuición, poniendo la tilde en los colores, en las palabras, en las imágenes que  nos rodean y de las que brota el flujo de la imaginación, recortando cartulinas, utilizando pegamento para ensamblar trozos de papel en diferentes posiciones confiriéndole un halo de estética y de sentimiento de belleza al rompecabezas de un collage, usando los pinceles con libertad, disfrutando del sonido del trazo de las cerdas sobre la lámina en la que no se sabe muy bien cuál será el resultado, matizando con un lápiz o rotulador aquellos contornos que denoten alegría, abriendo los botes de témpera con la ilusión de los niños en el colegio, tomando notas mentales, escribiendo el guión inexacto de un diario o de unas memorias, inventándose uno un mundo en el que salir a flote, rescatando del subconsciente los datos que hagan posible el juego de la composición. Componer es la cuestión, hacer por donde sin pararse a pensar en el significado del intento, seguir el guión de lo que le pide a uno el cuerpo introduciéndose en la compañía de la ópera como telón de fondo para acariciar a los oídos con la melodía y las voces del reino de las musas. Que el arte purifica es cuestión de ponerse manos a la obra, dejándose llevar por los senderos de la confirmación en los impulsos que lo llevan a uno a exiliarse en la soledad de la música clásica y de las luces y sombras que entran por la ventana, auscultando en la posible decoración sobre la superficie de un piano en el que los objetos se irán poniendo ahí sólos como manejados por un médium, como por la tendencia de una íntima conversación entre quien los coloca y ellos mismos. Una de las cosas que más me gustan cuando hablamos de siglos pasados es que siempre salen a relucir nombres de artistas, de personas que dejaron la huella de su ingenio e intelecto plasmada en portentosas obras de arte, y que nunca salgan a relucir aquellos otros nombres de quienes más se enriquecieron a costa del esfuerzo de los demás. Eso me lleva a pensar que al final el mundo, la vida, la evolución, ha sido, es y serán movidos por unos cuantos, algunos de ellos considerados locos perdidos, que tuvieron la voluntad y el tesón suficiente como para dedicarle su existencia a la creación, a la originalidad, a la sensibilidad en definitiva. Sin ellos la historia sería un mosaico de disparates, un baúl lleno de la sustancia de la codicia, una pena. Gracias al arte tenemos acceso a la comprobación de que el ser humano necesita verse reflejado en la armonía, sin la cual el ambiente sería irrespirable.

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