viernes, 4 de agosto de 2017

La realidad


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La realidad y su folio en blanco, y su tinta china y su óleo y su carboncillo, y su subir y bajar de las nubes del tedio a la pasión, y su humo de tabaco y su papel de fumar y sus dunas de arena del desierto del asfalto; la realidad y sus sábanas pegadas y sus ojeras, y su insomnio y su sueño despierto y su viaje astral a la nevera; la realidad y sus luces y sombras y penumbras y claros que iluminan un instante de reposo, y sus acordes y sus voces y sus instrumentos diatónicos a disposición de los oídos, y su cantinela de fondo y sus escombros y sus piedras preciosas; la realidad abarcando lo que no nos cabe en los brazos, con sus noticias y sus demagógicos discursos, con sus yacimientos petrolíferos y sus países enteros muriéndose de hambre, con sus ofertas y sus demandas y su sálvese quien pueda. Ver pasar la vida desde una esquina es un ejercicio apasionante para quienes gustan del vicio de tomar notas, de sentarse a beber una cerveza para enfrascarse del curso del los movimientos del trajín de alrededor al tiempo que el estímulo de los sorbos va aclarando la espuma del cerebro. La realidad es un lío, un cruce de múltiples caminos, un galimatías de imaginaciones entrelazadas, un cúmulo de suposiciones y de amenazas, de historias y fabulaciones que condicionan los comportamientos, de desquites y cautelas, de duermevelas en los que se han puesto de acuerdo unos cuantos pensamientos. La realidad y sus envases al vacío y sus bolsas de la compra, y sus colas y sus turnos y sus recibos de alquiler y sus facturas de la luz; la realidad es espesa y ligera, cruel y angelical, dolorosa y placentera, ardiente y fría, coqueta y dejada; parece como si la realidad estuviese esperando para que la moldeásemos a nuestro antojo; siempre tenemos esa esperanza desde el momento en el que al despertarnos tomamos conciencia del valor de un nuevo día; lo que aún no sabemos es la cantidad de curvas que encontraremos a lo largo de ese efímero sendero de pasos y de miedo, de valentías y arrepentimientos, de palabras no dichas y de mal elaboradas diatribas que nos llevan nada más que al puerto de la abnegación, de decisiones una detrás de otra como una fuente inagotable cuyas aguas van cambiando de color como de tonalidades va cambiando la tarde reflejada en las fachadas de La Ciudad. 

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