domingo, 20 de agosto de 2017

Nunca se sabe


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Estabas pensando en lo que le estaba gustando el viaje a tu familia, tanto tiempo planeándolo, tantas fechas fijadas y después pospuestas; estabas pensando en el paseo de esta tarde, en el regalo que llevabas en el bolso del carricoche del niño para entregárselo a ella al llegar al final de la calle; estabas pensando en que al doblar aquella esquina os asaltaría la sorpresa de esa plaza que tan gratos recuerdos te trae de tu última visita; estabas pensando en todo lo que podríais hacer durante estos días, tú de guía, recreándote en la descripción de los detalles. Estabas pensando que llegabas tarde al trabajo, que en este mes de agosto, debido a que parte de la plantilla está de vacaciones, la faena se acumula y hay que organizarse muy bien; estabas pensando que hubiera sido mejor haber salido un poco antes de casa para llegar a la estación sin esa sensación de agobio que tanta inseguridad te proporciona; tú tan responsable, tan puntual, tan formal, tan con ese aire de infatigable cumplidor que siempre mira por al empresa aunque la empresa sólo repare en los números de la cuenta de resultados. Estabas pensando en el partido de ayer, en los derbis de la próxima temporada, en los fichajes de tu equipo y en el cambio de entrenador, en la quiniela, en la primera jornada de liga, en la equipación que le ibas a regalar a tu hijo el día de su cumpleaños. Estabas pensando que se te había olvidado comprar leche de soja y otras dos cosas que llevabas apuntadas en un papel; estabas pensando en las revistas del quiosco de prensa, en sus colores, en la abundancia de información impresa que cada día sale de los hornos de las rotativas; estabas pensando en el boleto de lotería de la vida, en las posibilidades y probabilidades, en las casualidades, en las veces que has subido y bajado de un andamio y en lo cerca que has estado en más de una ocasión de que se te caiga una pared encima. Estabas pensando que como viniese la policía volvería a pedirte la documentación, a no ser que alguien te avisara con antelación y te diera tiempo a plegar la manta sobre la que expones los cedés y camisetas que vendes a tres euros; estabas pensando cómo apañártelas para cenar esta noche una vez que crees que sabes dónde vas a dormir. Estabas pensando en la velocidad de la luz de la vida, en los reflejos de ayer sobre la gente que ahora pasea por la rambla, como cuando tú eras joven; estabas pensando en lo cómodos que son los bancos que decidió poner aquí el ayuntamiento, en la cantidad de negocios que abren y que cierran, en lo diferente que es esta época a la que tú viviste cuando tenías que ir andando durante casi dos horas hasta el trabajo, en lo que ha cambiado todo. Estabas pensando en el pedido para mañana, en la limpieza del local, en lo bien que estaría estudiar inglés para comunicarte mejor con los turistas que no dejan de llegar y con los que entre gestos y cuatro frases hechas sales del paso para poder entender qué te están pidiendo. Estabas pensando en si coger un taxi o el Metro, tal vez el autobús, cuando vino una furgoneta a llevárselo todo y a todos por delante, dejando un reguero de cadáveres y de cosas tiradas sobre la acera, sembrando de pánico y terror el ambiente, convirtiéndolo todo en un infierno a las cinco de la tarde, instaurando el estado de miedo y de incertidumbre, la locura almidonada con la irrupción de las sirenas de las ambulancias, la sangre derramada de los inocentes, los ojos vueltos de los indefensos, los cuerpos destrozados de los que sólo quieren vivir en paz. Estabas pensándolo todo menos que pudiera venir un desalmado de tripas negras a vengarse en nombre del diablo sin dejar títere con cabeza, uno de esos convencidos de su maldita y putrefacta causa, uno de esas marionetas intoxicadas de rabia, uno de esos que creen que van a aterrizar en un harén plagado de manjares y de mujeres después de haberse inmolado o de haber acabado con la vida de quienes no se enteran de nada, de quienes tienen bastante con la lucha del día a día y no se quieren meter en follones. La expresión que más he escuchado durante estos días ha sido: ¡Hijos de puta!

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