lunes, 4 de septiembre de 2017

El rollo meollo


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Somos creativos por naturaleza; somos seres inteligentes capaces de afrontar las circunstancias, las desavenencias, los problemas, siguiendo el guión del impulso interior de la imaginación, interviniendo ante las avalanchas de pesimismo que nos sacuden a diario, y es importante darse cuenta de esto si no quiere uno caer en el hoyo de la abnegación y la desidia, de la impotencia y el estático y nunca estético sentimiento de abatimiento que nos postra en el sofá mirando al techo, viendo pasar las horas y contemplando cómo se mueven las aspas del ventilador sin hacer nada por la primera y fundamental causa de la existencia: la obligación de vivir. Si trabajamos con personas tendentes al dramatismo pronto correremos el riesgo de ser adheridos a la mermelada de la sinrazón de ser de la queja que se usa como medio para mantenernos en la línea del victimismo, tratándose ese de un peligroso y tortuoso sendero que a lo único que nos conduce es a avanzar a ritmo de cangrejo mirándonos en el espejo de la renuncia a dar un paso al frente. Toda protesta ha de ir acompañada de un análisis de las circunstancias para extraer los datos necesarios que nos permitan actuar con la debida cautela y con el menos común de los sentidos, de lo contrario nos veremos atrapados en un callejón sin salida en el que nuestra voz resuena como un eco que viene y va sin optar por otra dirección, solamente amparándose en la cerrazón de un único y exclusivo derrotero sin posibilidades de cambio. Decía Francis Picabia que tenemos la cabeza redonda para poder permirtir al pensamiento cambiar de dirección. Juega la tolerancia, que según Emilio Coll es la cortesía de la inteligencia, un papel primordial en estos casos; la escucha, la diplomacia, la empatía, la identificación con la coherencia, incluso el protocolo a pesar de ser una mentira, son importantes para situarnos y saber dónde poner la flecha del pensamiento a la hora de resolver problemas; de lo contrario ejerceremos el mismo papel pero a la inversa de quienes nos torturan con la cantinela de que la vida es un valle de lágrimas al que hemos venido a sufrir. Por otro lado no podemos renunciar a nosotros mismos, hemos de encontrarnos, y teniendo en cuenta que una de las cosas que nos diferencia del resto de los seres vivos es la capacidad de aprender razonando resulta imprescindible seguir pensando para asimilar los fracasos y para continuar emitiendo la luz interior que nos salva del rollo meollo de la ignorancia. La vía de escape de los eternos insatisfechos, que por definición nunca llegan a nada, es ampararse en las malformaciones del entorno sin darse cuenta que el entorno es deforme por naturaleza, por la improvisación a la que se somete a diario; de ahí que marcarse objetivos a corto plazo, como le gusta advertir al poeta y tabernero Javier Castro, es el punto de fuga desde el que se traza la perspectiva de un aquí y un ahora proclive más a sentar las bases de una relativa solidez que de una mezcolanza de ideas que terminan por estorbarse unas a otras. Los ambientes laborales se encuentran en estos días de incertidumbre un tanto tocados de una perversión a la que hay que ponerle freno, y de ello se tienen que encargar, a falta de correspondencia desde instancias superiores, quienes se encuentren en la brecha del día a día. Nunca como en estos tiempos está resultando tan imprescindible la figura de personas que además de alentar a la consecución de los objetivos ayuden a que éstos se lleven a cabo en común, de no ser así el individualismo se convertirá en una seria amenaza no solo en los equipos de trabajo, sino en la sociedad en general; y de nosotros depende, de nuestra creatividad y sentido de conjunto, porque si el barco se hunde nos hundimos todos, a no ser que algunos tengan ya comprada una parcela en Marte.

2 comentarios:

  1. Clochard:
    es más fácil contagiar el desánimo que el optimismo, por desgracia. O hay que ser una persona tremendamente optimista para no dejarse vencer por los plañideros.
    Y, en cuanto a la creatividad, creo que todos somos capaces de hacer algo bonito alguna vez. Quizás nos falte confianza.
    Salu2.

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    1. La mejor de las creatividades es la que hace que sea posible una mejora en el entorno, pienso yo. Dichosos aquellos que disponen de ella.

      Salud, Dyhego.

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