miércoles, 27 de septiembre de 2017

Después del verano


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Entra el otoño y con él la hoja caída del árbol, y los anocheceres que oscurecen antes, y la tinta ocre y marrón trufada de amarillo. Se va el verano pero se queda remoloneando en las siestas y extendiendo los coletazos de su calor de tanto en tanto, en un mediodía o una de esas tardes en las que nos sobrará la manga larga. El otoño huele a sala de cine y a lectura hasta las tantas, a brasa en la chimenea de una casa de campo, a amaneceres con el frescor de la colonia del relente de la madrugada. Hay un tono de violín en esta estación y una trompeta con sordina, una voz pausada y un soniquete de dulce melancolía; hay una sonata y un acorde en clave de sol menguante. El otoño nos predispone a la contemplación de las nubes que insinúan lluvia y al guiso de lentejas, a revolver los armarios en busca de un pijama. La luz, siempre la luz, en La Ciudad se va encargando de recordarnos a otros otoños en el hábito de sus gentes y en el reconocimiento de la belleza del cuadro al óleo de los parques, con esa pincelada extendida sobre la que se adivina el rojo fugaz del cometa del azúcar. Con octubre a la vuelta de la esquina se saborea el  café de la escritura y se fuma el cigarrillo de la indispensable poesía de esta estación, ralentizando el giro de la rima hacía los confines del ala de un sombrero. Hay una pipa y un puñado de frutos secos, un membrillo y una castaña asada que desprende el bienestar de la humildad y las huellas de los aromas que nos conectan con la edad de la inocencia. Hay libros que se adaptan mejor al otoño porque de ellos rezuma un tono de serenidad con el que el cuerpo se adapta mejor al respaldo del sillón. El lápiz y el otoño van de la mano, se conquistan el uno al otro como dos amantes en la ebullición del verso y en el paréntesis del borrón meditativo, en la sinergia de la estrofa del desayuno, en la puesta de sol acompañada por la ventisca que acaricia los cabellos, en la frondosidad de los dibujos de las bufandas y en la seda de los pañuelos. Desde el otoño se vislumbra la Navidad y se instala la emoción anticipada de tener por delante tres meses de un clima propicio a la planificación de proyectos de puertas para adentro del alma.

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