sábado, 2 de septiembre de 2017

El ritmo y el placer


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Le geometría es prima hermana de la belleza, me decía Francisco Fuentes cada vez que estábamos dándole vueltas a cómo disponer todos los enseres que iban a formar parte del montaje de un evento en una bella sala de banquetes al aire libre en Murcia. Paco es un empresario hostelero con un inusual aire de romanticismo y un inusitado  bagaje cultural  en este gremio, uno de esos jefes de los que por muchos motivos siempre se acuerda uno. A la hora de decorar el restaurante me daba manga ancha, me permitía hacer lo que yo quisiera, pero cuando creíamos que todo estaba listo llegaba él y cambiaba cuatro o cinco cosas de sitio y el resultado era otro, más bonito, más acorde a la comodidad tanto del cliente como de los camareros, más bello y funcional en definitiva. Recuerdo que cada lunes teníamos una reunión para ver los resultados y el funcionamiento del negocio en general y, tras llamar a su puerta y recibir su permiso para entrar, lo que uno se encontraba en aquel despacho era a un hombre rodeado de papeles con el telón de fondo de la inigualable armonía y tranquilidad que le aportan a los sitios de trabajo la música clásica. Paco es un arquitecto frustrado; o no tanto, porque recuerdo haberlo visto involucrado en uno de su nuevos proyectos de modo que había acabando formando parte del diseño de los planos encargándose él mismo de trazar con suma maestría el conglomerado de líneas que definían un hotel entero, apuntando donde deberían ir los pilares y las columnas, qué paredes habría que derribar y cuales tendrían que permanecer en pie, en qué lugar convendría tener una ventana y en qué hueco sería indispensable disponer de unas escaleras, afanado en ello como uno de esos Quijotes que pretenden levantar solos una catedral a sabiendas de que no les bastará con una vida entera para conseguirlo. Las coordenadas que marcan los matices de la estética en un restaurante tienen mucho que ver con lo que luego se va a hacer en él, con la manera en la que se va a trabajar en función del tipo de establecimiento y del perfil de su clientela; hay que esforzarse para que todo esté en orden sin dejar de pensar en la practicidad, en todos los detalles concernientes al espacio que nos harán ganar tiempo o no perderlo, nunca incurriendo en el engorroso trance de adquirir el complejo de puertas giratorias tan dado en locales mal diseñados, que acaban por desarrollar un ambiente lleno de camareros que parecen pollos sin cabeza. La línea más corta entre dos puntos es la línea recta, o la parábola, según se mire, y la facilidad con la que podemos acceder a muchas de los útiles y accesorios que forman parte del conjunto es de vital importancia para, entre otras cosas, generar con ello la deseada estabilidad de una atmósfera  de la que la concurrencia inconscientemente obtenga la suficiente información como para relajarse y sentirse a gusto, disponiendo así de muchas posibilidades para que se desarrolle el servicio bajo el velo de un razonable silencio y en la órbita de un bienestar basado en la consonancia entre el ritmo y el placer. Muchos días, cuando me encuentro en mitad de un servicio en El Teatro de los Sueños, me acuerdo de Paco, y de su singular manera de sacarle partido a todo lo que había en el restaurante. Hay personas que, sin pretenderlo, ejercen el arte de la maestría consiguiendo que a uno no se le olviden sus lecciones. Es esa la virtud de quienes pasando desapercibidos saben cómo aportar lo justo y necesario para que una sala se encuentre envuelta por ese tipo de belleza salpimentada por el leve tintinear de los cubiertos. Qué gozada.

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